sábado, noviembre 10, 2007

OPERACIÓN BALALAIKA CAPÍTULO V

CAPITULO 5

Llegaron los niños a quienes recibió el alcalde y les ofreció las instalaciones del colegio para el encuentro matinal de cada día. Se esbozó un horario que se cumplía de manera más o menos rigurosa. Los niños se levantaban a las ocho. Desayunaban en sus casas, acudían al colegio a las nueve donde, en asamblea, comunicaban en ruso los avatares de la estancia con los padres de acogida. A la una los padres recogían a los niños e invitaban, cada día una familia, a comer a la monitora. Las tardes se dedicaban a la convivencia y Emma descansaba en casa de otra familia voluntaria que le había ofrecido una habitación.

Las noches se concentraban en la plaza de Torres. Las abundantes y amplias terrazas propiciaban la charla tranquila, las copas de la media noche, los chistes y las confidencias. En torno a la monumental iglesia los niños jugaban y corrían sin peligro. Las familias que había acogido niños solían lucirlos en este lugar público con una doble finalidad: los niños se veían entre sí, los padres de acogida se contaban sus experiencias y los chicos veían a su monitora en un ambiente neutral y podían consultarle sus circunstancias. Emma acudía siempre acompañada de Margarita y Pascual que acogían. Al corro además de Víctor del Moral aquella noche se había unido Petronilo Marceliano Tardón que con la excusa de visitar a sus amigos Paulino y Laura se había unido al grupo porque conocía a Pascual, a Margarita y a Víctor Fernández. Su presencia no distorsionaba las conversaciones ni las relaciones. Otras noches la mesa se duplicaba y aparecía mucha más gente, pero el grupo habitual lo constituían Pascual y Margarita , Emma y Víctor Fernández.

Aquella noche Emma, siempre melancólica, parecía más triste que otros días. Habían surgido algunas contrariedades, comunes e inevitables, en la convivencia de los niños con los padres de acogida. Los chicos se quejaban a Emma de que en algunas casas no les trataban como les habían dicho en Minsk y se mostraban contrariados. En el envés de la hoja algunas casas de acogida consideraban que la conducta de los visitantes dejaba que desear. Esto último, presentaba una solución rápida y convincente: los niños extrañaban a los nuevos y se aconsejaba paciencia a los acogedores. Emma se lamentaba de esa falta de paciencia de unos y de otros y procuraba mediar en las relaciones.

-Nosotros lo dimos todo en ayuda a los demás, y a nosotros ahora no nos ayuda nadie – se lamentaba.

-¿A qué te refieres cuando dices eso?, – preguntó Tarón - ¿A nuestros exiliados?

--También a vuestros exiliados, pero no tanto a ellos como a otros países. Vuestros exiliados también nos ayudaron a nosotros. Fueron buenos profesores. En mi Universidad había dos extraordinarios, por eso nosotros hablamos tan bien el español. Me refiero a tantos países del Este que ahora son casi nuestros enemigos: Polonia, Chequia, Ucrania, Hungría...

--¿Y ahora lo pasáis mal... – intervino Pascual -. Pero todos esos países atraviesan la misma situación. Les pierde la corrupción.

-Pero nosotros estamos todavía peor. No es cuestión de poder adquisitivo, es que no hay nada. Se vive gracias a las dachas, a lo que se produce cada uno en su espacio de terreno mínimo, donde se siembran patatas y coles y se cría algún cerdo o unas cabras... --¿Y a qué crees tú que se debe eso? – se interesaba Víctor cada vez más atento a los ojos y las piernas de Emma.

-Las razones pueden ser muchas: la caída de la URSS, el desmembramiento de la unión, las no excesivamente buenas relaciones con los vecinos, Rusia que domina, sigue dominando todo, pero ahora nos trata como a una colonia y además la desgracia de la central de Chernovil.

-¡Hay que ver qué bien hablas español! – se extasiaba Víctor , pendiente ahora de la tristeza de Emma- . Pero también habrá motivos internos.

--¿Y por qué no os reveláis como hicieron los checos y ahora los ucranianos –preguntó Tardón?

-Seguramente sería necesario, pero nadie se preocupa de eso. Si ha salido algún personaje que se ha opuesto al régimen lo han encarcelado y nadie ha protestado por ello. Los bielorrusos no somos muy emprendedores. Somos gente acostumbrada al sueldo del Estado – cambió de tema Emma y continuó-: Una de las cosas que me asombran de aquí son los portales de las casas limpios y pintados. Allí no encuentras eso, porque como las casas son del Estado, a medida que han perdido fuerza las instituciones, todo se deteriora y nadie se ocupa de arreglarlo.

Se acerca un niño. Habla en ruso con Emma. Ella le contesta. Le abraza y le da un beso. El niño se sienta en sus rodillas. Necesita abrazos.

-Este es el niño que tiene Amparo y Eduardo, que se quejan de que no come, porque nada de lo que le dan le gusta. Yo he hablado con ellos y no saben qué ponerle de comer. Este niño es un poquito mimoso – resume Emma.

Con el niño en brazos, aumenta el aspecto sensual: la maternidad y la profesionalidad, la entrega a la misión protectora de los hijos del pueblo que le han sido encomendados. Emma peina media melena rubia, tez blanca, ojos azules. Resalta su feminidad con una camiseta verde y una falda no muy larga que le permite lucir unas esbeltas piernas. Las manos, dedos largos, uñas esmaltadas, cortas, y la actitud general respetuosa, atenta, observadora y melancólica.

Llega Nadia. Nadia vive con Pascual y Margarita. Es una niña de diez u once años, rubita y gordita. Trae encarnadas las mejillas. Ha corrido para llegar a tiempo de pasar revista. La hora marcada son las diez. La niña besa a Pascual y a Margarita . Se dirige con su español reducido a Margarita.

--Mamá Margarita, ¿más tarde? – salta- ¡Sí, sí, sí!

--No. Ya nos vamos a casa que hay que cenar – sentencia Margarita.

Víctor mira a Margarita y a Nadia y alternativamente a Emma. Emma, con el niño en brazos, observa a Nadia. Pascual sonríe bonachón a Nadia.

--¡No, cenar no. Jugar! – lloriquea Nadia.

--Bueno, pero sólo hasta las diez y media- concede Margarita -. ¿Me entiendes? ¡Las diez y media! – insiste.

Nadia afirma con la cabeza, sale corriendo y se pierde entre la nube de niños y niñas que juegan o se esconden al alrededor de la iglesia, en definitiva revolotea como un pajarillo.

--Nadia se adapta muy bien, ¿verdad? – pregunta Emma sin ninguna intención.

--A veces también protesta, pero le va bien – contesta satisfecha Margarita -. Además se lleva bien con los chicos.

--Tiene muchos amigos y amigas, se la ve jugar con alegría – concluye Emma.

Es la noche del último jueves de junio. Hace una temperatura agradable en la plaza, el guirigay de los niños señala la alegría de la gente que toma su cerveza mientras charla. Esta noche es la última de la semana para Emma. El viernes al mediodía los padres adoptivos se hacer cargo de los niños hasta el lunes por la mañana que los llevan de nuevo al colegio.

-En tu país seguís siendo comunistas ¿verdad? – pregunta indiscreto Víctor.

-Yo no diría exactamente eso –replica Emma-. Hay un consentimiento, un dejar hacer. La gente se preocupa más de sobrevivir que de la política. Siempre ha vivido así y no le importa seguir de esa manera, es una forma de resignación...

-Y salir y entrar en el país tampoco es fácil...

-Hay que explicar muy bien la necesidad de salir del país.

-Sin embargo tú vienes a España con frecuencia este ya es el tercer año consecutivo. Tú debes gozar de algún privilegio.

-Me vigilan, ¡no creas!, pero ciertamente tengo algún privilegio: el hablar español.

-¿Te vigilan?

-Sí, pero relativamente. Vosotros sabéis el trabajo que cuesta conseguir los permisos. Y a la vuelta he de hacer un informe detallado de todas las actividades y contactos que he tenido.

-Por ejemplo, con Rita.

-El encuentro con Rita, si se produce, también lo reflejaré. Rita ya ha vuelto al país y tiene los papeles en regla. Ya es ciudadana española. Pero allí no podará volver a trabajar, porque es una fugada. En mi país todo el mundo que trabaja, tiene un trabajo fijo. No se concibe a la gente que trabaja por su cuenta. Todo está muy estatalizado...

--¿Todos trabajan en fábricas?

--O en el campo. Pero en las capitales casi todo el mundo trabaja en algún organismo oficial y por la noche bebe. Mi país está dominado por el alcoholismo.

Fue entonces en la plaza donde recibió Pascual la llamada del amigo de Villarejo de Salvanés invitando a cenar a las profesoras de los niños y a los amigos de Torres de la Alameda. La cena podría celebrarse el sábado, si no había otros planes. Pascual transmitió la invitación a los reunidos.

--Mañana viene tu amiga la de Letonia ¿verdad? –preguntó Víctor Fernández a Emma.

--Sí. Mañana llega en avión Sveleletlena Konstantinovna, Svela de manera familiar.

--¿Te acompañará alguien a buscarla al aeropuerto?

--No se lo he dicho a nadie.

--Pues si te parece te acompaño yo – se ofreció encantado Víctor Fernández.

--Te estaría muy agradecida.

--También se puede incorporar a la cena – ofreció Margarita Flores, ingenua.

--Mujer, la tendría que invitar el anfitrión no tú –puntualizó Pascual.

--¡A ellos les da igual, ya les conoces!- contestó Margarita Flores-. Y tú si quieres también puede venir se dirigió a Petronilo.

--Pues sí me apetecería, sí – se ofreció Tardón pensando el reportaje de su amiga Paula Marta.

--¿A que no te ha puesto número para los invitados? – volvió a intervenir Margarita dirigiéndose a su marido.

--No. Lo cierto es que no. Lo único que ha dicho que le comuniquemos mañana cuantos aproximadamente vamos a ir.

Se presentó Nadia puntual a las diez y media. Pascual y Margarita decidieron marcharse con la niña. Emma manifestó que estaba cansada. Víctor se apresuró a acompañarla. Tardón se dirigió hacia la parada del autobús que le dejaría en Alcalá de Henares, aún llegaba a tiempo de subir al último. Desde allí la vuelta a Madrid presentaba pocas dificultades.

Cuando Víctor Fernández, llegó a su casa el teléfono parpadeaba avisando de un mensaje en el contestador. Descolgó y escuchó. Era la voz de Jorge Roa Teruel anunciando las intenciones de Rita de encontrarse con su amiga Emma. Dejaba un número de un móvil para que Víctor llamara. Víctor miró el reloj: rondaba la media noche. Decidió llamar al día siguiente por la mañana. Con lo que le dijeran hablaría con Emma cuando fueran a recoger a Svela.

1 comentario:

Ele Bergón dijo...

Hola Pedro, te vuelvo a dejar un comentario. Los otros no han querido salir o tú no lo has dejado, no lo sé.

Estoy leyendo tu novela y voy reconociendo los personajes y la historia. Prefiero hacerte la crítica al final. De todas formas guárdame un ejemplar.

Besos LUZ