miércoles, julio 26, 2006

Fumadores y bebedores

La cuestión es convencer al fumador, por las buenas o por las malas, de que abandone ese vicio y deje de echar malos humos a los lindantes. El fumador es un individuo, da lo mismo el género -sexo también empieza a ser sinónimo de incorrección política- que perturba la atención y la tranquilidad, los pulmones y las arterias, los ojos y las narices de todos sus vecinos congéneres o semovientes. El fumador es un potencial pirómano y un asesino de sí mismo. Un maltratador, un sádico indefinible, un demente necrófilo que roba el aire limpio a los conciudadanos que le rodean. Al fumador hay que reconvenirle su vicio insaciable. Demostrarle que el sentir en su lengua el sabor picante, la aspiración relajante, la tranquilidad de la charla que le proporciona el tabaco no es otra cosa que la falta de voluntad y la pérdida de tiempo que influirá en el rendimiento del trabajo y por tanto de la productividad. Que ataca directamente a la empresa que le mantiene, al Estado de bien estar que todos pagamos, y al PIB de su país. Por todas esas razones hay que convencerle de que abandone tan deplorable, dañina y perjudicial práctica. Al fumador ya se le ha avisado en repetidas ocasiones y por distintos medios – no se puede olvidar la florecita verde de los espacios sin humo, los terribles avisos de la pérdida de fertilidad, de las cajetillas- de que deje de quemar oxígeno. Pero como eso no convence a los adictos, al fumador hay que perseguirle hasta que se esconda en las cavernas de los bajos fondos o reniegue de su perversión. Y ni así lo deja. Por eso habrá que recordar métodos ya experimentados como las guerras de las cruzadas, la expulsión de los judíos y los árabes. Si eso tampoco convenciera y siguiera comportándose como un hereje, aunque sea a escondidas, La Santa Inquisición ya probó el torno, las mazmorras y el hambre canina. Pero aún así puede que persita. Entonces se le puede aplicar las técnicas de persuasión de las SS, las más sofisticadas del KGB, la STASI, la PIDE, la Brigada Político Social o la ley de vagos y maleantes y las garantías legales de Guantánamo. Seguramente, en reuniones clandestinas aún se fume y, para evitarlo, nada mejor que aplicar la guerra preventiva y como solución definitiva el castizo garrote vil. Mientras llega esta situación, este servidor de ustedes sigue fumando. Les aseguro que la próxima vez que vaya al Museo del Prado, posiblemente el domingo, volveré a admirarme ante el cuadro “fumadores y bebedores”. Es un cuadro de la escuela flamenca. Aprendamos de ellos: pongan un cartel en los bares “aquí se fuma” o “aquí no se fuma”, y el consumidor que opte. Esta perfumada bocanada de mi pipa va a su salud, queridos lectores, y no les importe que vaya en contra de la mía.

pedromtalavan

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