miércoles, febrero 27, 2008

LA BIBLIOTECA IMPOSIBLE VII: NO ES LO QUE PARECE...

"— Un día,- continuó mi amiga- mi padre y yo nos dedicamos a ver ropa interior. Yo insistí y le compré unos calzoncillos que a él le parecían bragas porque eran pequeños y ajustados, pero yo le insistí que la ropa femenina era de otra manera y le conduje a la sección de señoras donde además de mostrarle las distintas colecciones y marcas, yo me compré algunas prendas.

"— Nunca supe si tu madre tenía bragas o no porque nunca la vi ni desnuda ni desnudándose. Cuando nos metíamos en la cama ella llevaba un camisón con un agujero y de estas cosas, no entiendo. Dijo que le había confesado su padre aquella tarde.

"—¿De verdad papá que nunca viste las piernas a mamá? Te voy a llevar a un espectáculo donde salen las mujeres desnudas.

"—No hija, no...

"—Yo me quedé pensando lo que mi padre había dicho: que nunca había visto a mi madre desnuda y posiblemente tampoco a otra ninguna mujer. Preparé la estrategia mientras llegamos a casa. El calor era una coartada perfecta. Apenas entramos, me fui a mi habitación, me cambié y, en vez de ponerme una camiseta como cada día, me puse una camisa abierta y ropa interior roja. Tengo mucha ropa interior porque siempre me ha gustado, nunca pensé lucirla delante de mi padre, pero tampoco me pareció inmoral en este caso. Esta primera vez advertí que mi padre miraba pero intentaba cambiar la vista por razones obvias. Los resultados de los análisis fueron más que preocupante. A pesar del mucho cuidado, todos los médicos me dijeron que llegaría al invierno. Había que tratarle pues, con el cariño propio de los últimos días. No se quejaba en exceso, pero se le veía que le dolía todo. Para consolarle me fui haciendo más atrevida e incluso prescindí unas veces de la camisa y otras de la parte inferior. Mi padre podía ver de manera transparente todo mi vellocino de...

“—¡Oro! -Intervine mirándole a los ojos.

"—¡No, de ébano! -Rió ella y continuó su historia.

"— Advertí como mi papá me miraba en ocasiones con ojos brillantes donde advertía cierto reproche pero lleno de admiración y respeto. A mí me había desaparecido totalmente la más mínima intimidación y si no me mostraba ante él desnuda del todo fue simplemente porque me parecía más basto. Sabía que mi padre moriría enseguida y no me importaba alegrarle dentro de lo posible, sus últimos días. No podría negarle nada.

"— ¡Cómo te pareces a tu madre!- me dijo un día, y yo pensé “será como te la imaginaste”, porque estaba segura de lo primero, de que nunca la había visto desnuda. Por estas fechas ya estaba muy mal, vivía bajo los efectos de los barbitúricos y poco más se podía hacer por él. A primeros de septiembre, me dejó. Él estaba solo y yo también, ahora estoy más sola todavía.

"—¡Cómo lo siento! Quise consolar.

"—¡No importa, me va bien sola, siempre he tenido amigos, me refiero de familiares directos...

"—¿Y sigues teniendo esa colección de ropa interior? -Pregunté para cambiar el tercio triste.

"—Sí, claro. Es un poco yo misma.

"—Me gustaría conocerla...

"—Si estás muy interesado, te la muestro.

"—¡Encantado!

"El acto de presentación de "Con apariencia de tímida doncella" de Rafael del Moral había terminado la parte académica. Ahora, en corrillos, unos y otros bebían el vino y se lanzaban sobre las bandejas de canapés. A mi amiga siempre la había considerado una cazadora de canapés, era el momento de ponerle a prueba. Nos acercamos hasta el escritor. Felicitamos a Rafa y le dije a él, "tengo prisa". Le dejé saludando a otros curiosos y me dirigí a la recién conocida amiga:

"—Puesto que nos hemos dedicado las a presentaciones y exposiciones ¿por qué no continuamos?

"—¿A qué te refieres?- Preguntó, como si ya se le hubiese olvidado...

"—A tus bragas...

"—Vivo al lado del Hotel Suecia, si quieres venir, estamos muy cerca...

"No pude darle más que otra vez la misma contestación:

"—¡Encantado!

"Diez minutos después me encontraba sentado en un sillón de orejas que se me antojó heredero de algún protagonista barojiano. Un sillón con historia: se me ocurrieron varias en aquel mismo momento, pero, las contaré en otra ocasión.

"Mi desconocida amiga había desaparecido. Me había dejado a solas con un magnifico güisqui, sentado en un extraño sillón cuya estructura me recordaba otra aventura que te contaré, si te haces acreedora de ella.

"Habían pasado unos diez minutos, hoy el tiempo transcurría en períodos de diez minutos, cuando apareció de nuevo y ordenó más que invitó:

"—¡Sígueme!

"Obedecí y entramos en un dormitorio excesivamente grande, me pareció a mí, para una mujer sola.

"Sobre la amplia cama, se extendía, armoniosamente colocada, una colección de bragas ordenadas por colores, tamaños y formas. Se podían distinguir épocas. Yo conocía el libro de Lola Gavaldón "Piel de ángel", pero me parecía imposible que alguien se hubiera dedicado a sistematizar prácticamente los conocimientos en una exposición sin fisuras. Me juré acudir a una hemeroteca para estudiar los catálogos y averiguar si había algún museo del tejido donde se guardaran tan recatadas prendas. Yo no lo conocía.

"Ante mi silencio, con boca y ojos abiertos, y algún otro órgano en guardia ante tan exagerada disposición, mi reciente amiga, no tuvo otro recurso que presentarme lo presente:

"—Esta es mi colección.

"A partir de ahí empezó a explicarme las características peculiares de cada uno de los objetos expuestos, con esa voz propia de las guías de museos.

"—Está muy bien, pero a mí me apetecería sin duda verlas en el lugar para el que fueron confeccionadas, es decir puesta sobre ti misma.

"No me contestó. Creo que no me entendió o si me entendió me tomó el pelo, porque lo único que hizo fue contar un chiste; me sacó de nuevo del dormitorio y me llevó al salón. Me acomodé en el sillón de orejas, me sirvió otro güisqui y desapareció de nuevo.

"Cuando volvió, esta vez no tardó más de dos minutos, vestía una bata transparente y una única braguita roja de Cacharell. Empezó a sonar -¿en el techo?- Joe Coker, y en concreto la música de Nueve Semanas y Media. Nosotros no llevábamos juntos ni siquiera cuatro horas...

"Mi desconocida amiga, aparecía y desaparecía con la periodicidad de dos minutos: cambiaba de bragas y de bata pero no de sujetador, algo elemental a mi parecer. Todo muy deprisa, como si estuviera muy ensayado, muy hecho. La música no cesaba, y la luz intermitente de un anuncio de la calle ponía el foco fugaz e incontrolado: el gato de porcelana, de Gardel, nunca de Piazzolla.

"... ¡Y yo de espectador anhelante! A pesar de todo, extravié el protocolo y pasé de espectador a actor... En uno de los ires y venires tendí una mano hacia ella con el fin de que la cogiera...

"Rozó mis dedos, jugó con su camisón y siguió huyendo. Cuando volvió, aún más provocadora, simplemente la abracé por la cintura, pero se zafó de nuevo. Regresó, y regresó otra vez... Yo permanecía quieto, sólo mirando, sólo comprobando... Sonaba la misma música, ¿alguien en tal lance ha comprobado lo que duran nueve semanas y media?...

"Salió y tiré de ella hasta que la dejé tendida sobre los brazos del sillón. Allí la besé por primera vez. Nunca pensé que se resistiera, pero hizo un esfuerzo repentino y pegó un "respingo" nunca pensado. Se escapó. Me extrañó. ¿A qué jugaba, me preguntaba yo? Me había traído hasta allí, me había calentado, y ahora ella jugaba con las cartas marcadas...

"Volvió a salir. Yo bebí güisqui, y no hice nada por acercarme a ella. Ella intentó jugar más conmigo: metió su trasero en mi cara y una de sus tetas en mi vaso de güisqui. Cuando se volvió, la miré. Me mostré entusiasmado. Mis ojos en sus ojos, mi mano en su mano, el brazo del sillón jugando a ser mi pierna, el mástil en guerra...

sábado, febrero 16, 2008

LA BIBLIOTECA IMPOSIBLE: ENCUENTRO EN EL BELLAS ARTES

— A propósito de eso. Te voy a contar una historia que me pasó en otro sitio, muy cerca de por aquí. Siempre me había resultado extraña aquella mujer. Yo la conocía de vista, pero de nada en concreto. Coincidíamos frecuentemente en diversos cafés de Madrid y casi con la misma frecuencia en actos más o menos culturales donde nunca éramos de los importantes, pero casi siempre de los presentes. Fue una tarde en el Círculo de Bellas Artes. Yo paseaba por allí. Entré en la Librería Crisol y, cómo no, ella miraba unos libros. Esta vez fui cortés, no la ignoré como hasta entonces había acontecido y la invité a una cerveza.

"Entramos en el Círculo y subimos hasta el Salón de Baile donde se celebraba la presentación de la novela de Rafael del Moral, titulada de una manera ambigua, que sonaba casi como un verso de agua, una ola en círculo, ni transgresora ni aparatosa, pero que te lleva al paseo de un largo y quieto jardín art nouveau. "Con apariencia de tímida doncella", tenía por título.

“—Tú tienes apariencia de tímida doncella. Le dije.

“—Pero sólo apariencia: No soy nada tímida.

“—¿Y doncella?

“—Por favor...

“—Es raro, siempre te veo sola. ¿No tienes amor, no tienes amigos? Pregunté de manera pedante.

“—No te fíes de mí...

"Mientras se desgranaban los elogios bien merecidos sobre el libro y exaltaban argumento, estilo y planteamiento, personajes y tiempo, y el padre de la criatura, bostezaba, quizá abrumado, quizá de sed, mi amiga y yo nos distraíamos de la muchedumbre y deambulábamos por distintas salas del hermoso palacio.

"Visitamos una exposición de Ibarrola y su obsesión por los árboles. Seguimos viajando por el tiempo y las pinturas, los bucles del estuco y los dibujos. Yo le contaba historias de bailes y carnavales celebrados allí mismo. Entre otros aquel en que no sé cómo ni por qué aunque no fue ajeno el ascenso desde la calle por una gran escalinata hábilmente montada desde la acera de la calle de Alcalá hasta el salón de baile del Círculo, ni tampoco fueron ajenos lo s güisquis, los disfraces atrevidos, el ambiente, ni... En definitiva dos señoras y dos caballeros, cuyo conocimiento no había pasado de leve y ocasional- como el tuyo y el mío, ahora - terminamos los cuatro en una sola cama... A partir de entonces ni ellos han vuelto a saber nada de mí ni yo de ellos: el olvido. Es imposible contar con mediana exactitud lo que sucedió en la cama, porque allí despertamos los cuatro desnudos sin que saber yo, al menos, qué había pasado antes y durante toda la noche o cuantas noches...

"Se lo debí contar todo de un tirón - tampoco sé muy bien ahora como se lo conté- ni qué más le conté, porque ella me preguntó:

“—¿Cómo supiste donde habías estado?

“—Nunca lo supe con exactitud, -le contesté- pero no era muy lejos de aquí. Porque cuando salí, aunque había desayunado mucho café, en la calle tomé otro antes de llamar a un taxi para que me condujera a mi casa. La única tarjeta de presentación que guardaba eran unas bragas negras de seda en el bolsillo de mi chaqueta.

“—¿No te acuerdas de nada más?

"Observé que mi nueva amiga, aunque vieja conocida, se interesaba de una manera muy particular sobre el encuentro. Le gustaba que le regalaran el oído. Por eso inventé y traté de adaptarme a ella.

“—Me acuerdo más bien poco, como te he dicho, debió ser el güisqui y las circunstancias, sólo recuerdo vagamente, que accedí a la ropa interior de una señora, la que me acompañó durante buena parte de la noche, en uno de los sillones de este mismo salón, y aquí es donde debí quitarle las bragas, guardármelas en el bolsillo. Recuerdo algo así como que me dijo que se sentía muy cómoda con aquellas bragas y por eso se las había puesto aquella noche, que no pretendía ninguna sofisticación. El otro día las miré de casualidad porque me las encontré entre mis recuerdos, yo soy bastante fetichista, y efectivamente, es una prenda sencilla, también me dijo que no le importaba que se las quitara en publico porque le excitaba el riesgo de que le vieran todo lo demás. Yo actué con cuidado pero creando expectación para un dos mirones disimulados que jugaban entre las cortinas. Como característica principal, las bragas carecían de elásticos lo que facilitaban el acceso a todos los lugares secretos y dejaban bastante ventilado la parte central de la cruz de San Andrés...

"Sentado en el mismo sofá que le había señalado antes, y mientras continuaba la presentación del libro "Con apariencia de tímida doncella" yo no callaba. Mi reciente amiga me miraba sorprendida pero le noté con deseos de intervenir e hice una pausa que ella aprovechó para contarme una historia tan extraña como ella misma:

"El último verano había venido su padre a Madrid para que le hicieran unos análisis médicos. El padre vivía en un pueblo donde él y ella habían nacido. Un lugar pequeño entre Guadalajara y Teruel, en las tierras altas de Medina de Aragón, una de las zonas más frías de Castilla. El campesino resistía con resignación el calor sofocante del julio madrileño. Para paliar en lo posible el bochorno, ella le llevaba a El Corte Inglés donde, después de pasear por una y otra planta, terminaban casi siempre en la cafetería.

sábado, febrero 09, 2008

LA BIBLIOTECA IMPOSIBLE: ATREVIMIENTO

El viejo Tardón pasa al ataque. Paula Marta comienza a sentirse desarmada.

— ¡Atrévete!- le digo desafiándole en su imaginación totalmente desbocada. Advierto que me conduce por dónde él quiere. Ya no soy yo quien domina la entrevista...

— ¡Escucha! Son la siete y media. Entra gente nueva, ¡es un decir! Son muchachos que quieren ver cine y no saben dónde, y mayores a quien les gusta el mundillo. La sala ha quedado tranquila. En la barra un hombre con gabardina y otros dos con chubasqueros mantienen pendientes al grupo. Un muchacho pregunta:

"— ¿ Cómo fue 1975?- Nadie le contesta...

En una mesa un hombre de barba blanca ojea el prospecto del cine. Es un hombre de edad media y móvil. La camarera, rojo y negro, como la tarde, administra el cotarro de las mesas. Una pareja, con cara de tres licenciaturas, toma café. También hay un guardia de seguridad con escudo en el brazo. El hombre de la mesa que alterna cuaderno y programa de cine, interrumpe sus apuntes, deja el bolígrafo sobre el papel en blanco y emprende un diálogo con otro hombre de barba negra que se ha atrevido a sentarse en la misma mesa. Hablan de Edi Piaff y Gloria Lasso, Concha Piquer, de Conchita Márquez Piquer, de El Pescailla y la rumba, de la Jurado, de Carmen Sevilla, de Marifé de Triana. No queda nadie de la copla que no salga esta noche a cantar: La Jurado tiene mucha voz pero no tiene sentimiento, La Pantoja mucho sentimiento, pero sin voz. Hay comparaciones entre Serrat y Raphael, como en los viejo tiempos. Salen tambien Chiquetete y el Pantojas y concluyen, ya avezados y convencidos, que cada uno ha dado, sobre este tema, con un experto que le gusta tanto como al otro estas aventuras. En el ambiente, suena una música de cine, parece que ponen bandas sonoras famosas: Bailando bajo la lluvia, Un hombre y una mujer, El bueno, el feo y el malo... Gloria Lasso fue la Edi Piaff española, y la heredera de ambas, Paloma San Basilio. No muy convencido de lo que oigo, me pregunto ¿será otro libro? y no encuentro contestación, pero podría serlo... Salimos de la sala y atravesamos por el mercado Doré, por el pasaje... El mercado que está al lado del Cine tampoco tiene desperdicio: la interculturalidad, los puestos, otro libro...

—¿También le inspira la calle?

— ¡Cómo no! Sígueme en la misma ruta: Atocha:

El mundo fantástico: Sexi Show: chicas que se desnudan. Las miro... Dos chicas ponen el culo sobre la ventana del espectador y se van. Dos tipos: las que parecen alegres y las tristes. Las tristes no me gustan. Sobre las alegres se me ocurren historias y llamar en mi ayuda a Anäis Nin, o a ti misma ¿conoces Pájaros de Fuego? escribe lo que mejor te parezca, mezcla las historias con intrigas de espías, que según algunos fue lo que hizo la Nin durante la segunda guerra. En el salón algunas parejas que no entrar a ver el show pero curiosean especialmente los juguetes eróticos: consoladores, coños artificiales, muñecas, cremas... Se ríen mucho las señoras. En la tienda veo flores. Compro una. Luego te la regalo, la tengo en casa, a condición de que la huelas para mí... Son unas bragas rojas como la pasión... ¿Por cierto de qué color son las tuyas?

Me quedo pensativa. Debe notárseme en la cara, he sentido como un latigazo en el cuerpo. No me esperaba la pregunta, aunque venía preparada para cualquier cosa. De Petronilo, se debe esperar todo. Sin embargo contesto:

—Blancas. Son blancas. Tengo poca imaginación para esas cosas.

miércoles, febrero 06, 2008

LA BIBLIOTECA IMPOSIBLE IV PROYECTOS

— Pero si escribe ¿cuándo lo hace y dónde?

— Escribo en los bares... Durante cinco o seis minutos, o quizá menos, en cualquier sitio y sobre una servilleta de papel, por ejemplo. ¿Debería adjuntarla como se hace con otros documentos en las actas? Mira aquí tengo una. Se titula "las notas de la servilleta" debajo una pregunta, para unir al tema del ¿soporte? Y a continuación sólo renglones, cada renglón una ida, que podría desembocar en una novela, cada línea me refiero. Imagina si no:

El viejo Petronilo Marceliano Tardón saca una servilleta arrugada, doblada en cuatro o cinco trazos, con algunos garabatos a lápiz, la mancha con la cerveza que ya casi termina, y lee:

Las piernas de mi vecina: Se sienta frente a mí una señora treintañera Habla en inglés.

— ¿Y qué más?- Pregunto

— No recuerdo nada más, seguro que cuando tomé esta nota permanecía más atento a las piernas de la señora que se sentaba frente a mí que a otra cosa. Me sucede ahora lo mismo, estoy más pendiente de tus piernas que de tus preguntas... Relaciono las piernas de aquella señora con su cara: las piernas se pierden sobre la silla..., no hay cara..., tú querida, puedes presumir de bonito rostro y espléndidas piernas...

Ignoro el comentario sobre mi físico y sigo preguntando.

— ¿Por qué siempre me habla de lugares con gente, a ser posible muy llenos?

— Tan sencillo como lo anterior. ¿Te imaginas un sitio sin cerveza, sin vino, sin güisqui y sin cubalibres? ¿Sin ruido de vasos? Sería un sitio muerto. Te voy a contar una cosa. Te voy a poner en situación. Imagínate lo siguiente: Filmoteca. Cine Doré. Viene la misma gente de hace 25 años. Para no variar, en estos tiempos de comportamientos políticamente correctos, de globalización, hay una pareja que se besa con toda pasión, como aquellos perros que describe Cela en el Viaje a la Alcarria. En las mesas, los mismos: aquella incomunicación terrible, absolutamente invencible. Esas barreras que sólo se rompen sólo cuando se ha estudiado el bachillerato juntos o ya nada importa. Las mesas, ocupadas sólo por una persona en cada una, la gente dando vueltas alrededor, nadie se atreve a preguntar si puede compartir mesa y silla. Nadie pide compartir la conversación... ¿Hay algo más literario que eso?

— Efectivamente es literario lo que dices, pero ¿qué gente ves en la filmoteca, en esos bares que tu frecuentas y donde te inspiras?

— En su mayoría hombres, varios de ellos con el pelo largo. Las mujeres todas acompañadas de besucones. Algunas mujeres, muy pocas, acuden solas, son mayores. Se me ocurren algunas cuestiones sobre las mujeres: No van porque no les interesa la cultura. Las que vienen, acompañan a hombres que dicen que les interesa el cine, pero yo lo dudo, creo que sólo les interesa "chercher la femme" . Las que vienen solas, pocas. Y lo definitivo: las mujeres que no vienen porque tienen que fregar... o mejor no vienen, simplemente, porque son listas y esto es aburrido. Los hombres, algunos, casi todos, por las conversaciones, se las dan de leídos y hay un buen número de gays. Hablan de las columnas de El País, o del artículo de fondo del ABC, aparentan conocer a todo el mundo. ¡Vaya calaña, ésta! Quizá sean ciertas esas relaciones de las que presumen, pero... Ignoro la película que ponen, ciertamente no hay entradas y por la cafetería atraviesa una enorme cola, como un camino de hormigas, de esta fauna difícil de encontrar en otros sitios. ¡Qué lugar el Cine Doré! Cine emblemático de Madrid. Falta el libro en la biblioteca imposible, fácil de escribir, por otro lado. El libro de los Cines de Madrid, el Libro de los Cines de la Región, el Libro de los Cines de España. Tres nuevos libros. Sitio idóneo éste para la presentación. El método de investigación, sencillo: ¡mucha hemeroteca!…. El Colegio de Arquitectos, de cómplice, las productoras y distribuidoras de cine, también. Falta ese capítulo en la historia del cine. El de los videos lo dejamos para otros. O mejor lo complicamos con los productores: en honor a Gustavo Quintana, Payell, las películas de la transición, Emiliano Piedra, Emma Penella. Te propongo este tema para otro proyecto. ¡Ojo al negocio! Todo un panorama, un libro cantado y de éxito... ¿Quieres que te cuente historias de este cine? Saldría otro libro...

sábado, febrero 02, 2008

LA BIBLIOTECA IMPOSIBLE III

Seguimos con "La biblioteca imposible": Paula Marta Temprano continúa entrevistando al viejo Petronilo Marceliano Tardón...


— Propóngame un libro fragmentario

— Se me antoja muy fácil uno. Echa cuentas: cien años, a cien renglones cada año, mil renglones; dividido entre treinta que caven en cada página, dan unas cuarenta páginas. Un cuento largo, no da para una novela corta; habría que pensar qué tema tocar... Vuelve la duda, el juego de la imaginación. No es tanto escribir el libro como imaginarlo. Mi amiga Yolanda habla en su curriculum de los libros que tiene pensado escribir... Y esta sería otra buena idea para escribir un libro: los libros imaginados que hay en los libros imaginados nunca escritos por escritores imaginados por otros escritores, que nunca escribieron una línea... Ahí tienes el tema, casi borgiano.

— Proyectos, proyectos, pero usted no lleva ninguno a cabo...

— ¡Deja de llamarme de usted! Soy viejo pero me gustas. ¿Quieres otra cerveza? Yo sí.

Pide dos cervezas más. Me mira a los ojos. La grabadora da vueltas y parpadea. El bar Don de Carlos comienza a poblarse de trabajadores que llegan a tomar café, copa y puro. Son casi las dos de la tarde. Se está bien aquí. Cuando ha bebido un buen trago de la segunda cerveza, continúa sin que yo le pregunte. Acciona con las manos...

— Una cereza, según la imagen ya gastada, viene enganchada a otra y se me ocurren los diversos proyectos redactados y los que quedan por redactar. No es necesario realizarlos, son proyectos que cuentan, se imaginan, tal vez se sueñan... Tambien hay proyectos de encargo, tan absurdos como la propia vida... En cierta ocasión oí que no eran importante los proyectos, sino el llevar a cabo uno solo... Medianamente de acuerdo: un proyecto es buscar un trabajo, hasta que se encuentra el que te gusta... Después no se vuelve a buscar más... Un proyecto es buscar el amor, y a quien lo busca, pueden tildarle de casquivano, hasta que se enamora de verdad y es correspondido... No vuelve a buscar más..., por un tiempo. ¿No se harán más proyecto cuando encuentres el definitivo?... Lo dudo. Siempre habrá otra esperanza, otra ilusión más allá. Hace muchos años leí en algún sitio: "¿Qué habrá de tras de aquella montaña?" Preguntaba uno de los personajes, y otro contesta: "No lo dudes, un valle y otra montaña... que también querrás escalar"... Es casi imposible que un proyecto coincida totalmente con su desarrollo, pero puede servir de motor a otros proyectos que poco tengan que ver.

— ¿Por qué no desarrolla todo esto?

—¡La puesta en situación! ¡Mira que es difícil! Siempre hay una buena excusa para no escribir. Tampoco te facilita nadie la tarea. El dejarte solo es un milagro, una ofensa para todos, sólo pensar que necesitas la soledad: ¿pues qué vas a hacer? ¿tanto te molestamos? Las contestaciones son poco aconsejables. No quiero hacer nada, sólo mirar a las musarañas, pensar y contarme historias, cuentos, y reflexiones que irán a parar a la biblioteca imposible, o bien, si entendemos que la imaginación en sí puede ser un soporte, descansarán en la biblioteca imaginaria. Allí esperarán el diccionario imaginario y serán anotadas en libros de registro imaginarios, tendrán sus números y sus siglas en el lomo, ocuparán un trozo de anaquel en la imaginación... No molestas, pero ¿cómo explicarte que necesito estar solo? que aunque estés en silencio, sin hacer ningún ruido, ningún movimiento... ¡nada!, sólo saber- ¡qué saber, sospechar!- de tu presencia, me intimida... tengo la sensación, imposible, en efecto, pero real también, de que tu me ves los pensamientos tan claros como los veo yo, y no quiero que me sorprendas en las dudas, en las vacilaciones, en las carreras contrarreloj de mí contra mí mismo... y eso intimida-¡Intimida, intimida mucho! Impide que nazcan las historias, ya sean sólo imaginarias, historias apenas prendidas de la imaginación, historias no nacidas ¿son esto historias? Pero podrían serlo... Ese es el dilema: ¿cuántas historias no han nacido por la simple intimidación? ¡Mira si es difícil escribir!