sábado, febrero 16, 2008

LA BIBLIOTECA IMPOSIBLE: ENCUENTRO EN EL BELLAS ARTES

— A propósito de eso. Te voy a contar una historia que me pasó en otro sitio, muy cerca de por aquí. Siempre me había resultado extraña aquella mujer. Yo la conocía de vista, pero de nada en concreto. Coincidíamos frecuentemente en diversos cafés de Madrid y casi con la misma frecuencia en actos más o menos culturales donde nunca éramos de los importantes, pero casi siempre de los presentes. Fue una tarde en el Círculo de Bellas Artes. Yo paseaba por allí. Entré en la Librería Crisol y, cómo no, ella miraba unos libros. Esta vez fui cortés, no la ignoré como hasta entonces había acontecido y la invité a una cerveza.

"Entramos en el Círculo y subimos hasta el Salón de Baile donde se celebraba la presentación de la novela de Rafael del Moral, titulada de una manera ambigua, que sonaba casi como un verso de agua, una ola en círculo, ni transgresora ni aparatosa, pero que te lleva al paseo de un largo y quieto jardín art nouveau. "Con apariencia de tímida doncella", tenía por título.

“—Tú tienes apariencia de tímida doncella. Le dije.

“—Pero sólo apariencia: No soy nada tímida.

“—¿Y doncella?

“—Por favor...

“—Es raro, siempre te veo sola. ¿No tienes amor, no tienes amigos? Pregunté de manera pedante.

“—No te fíes de mí...

"Mientras se desgranaban los elogios bien merecidos sobre el libro y exaltaban argumento, estilo y planteamiento, personajes y tiempo, y el padre de la criatura, bostezaba, quizá abrumado, quizá de sed, mi amiga y yo nos distraíamos de la muchedumbre y deambulábamos por distintas salas del hermoso palacio.

"Visitamos una exposición de Ibarrola y su obsesión por los árboles. Seguimos viajando por el tiempo y las pinturas, los bucles del estuco y los dibujos. Yo le contaba historias de bailes y carnavales celebrados allí mismo. Entre otros aquel en que no sé cómo ni por qué aunque no fue ajeno el ascenso desde la calle por una gran escalinata hábilmente montada desde la acera de la calle de Alcalá hasta el salón de baile del Círculo, ni tampoco fueron ajenos lo s güisquis, los disfraces atrevidos, el ambiente, ni... En definitiva dos señoras y dos caballeros, cuyo conocimiento no había pasado de leve y ocasional- como el tuyo y el mío, ahora - terminamos los cuatro en una sola cama... A partir de entonces ni ellos han vuelto a saber nada de mí ni yo de ellos: el olvido. Es imposible contar con mediana exactitud lo que sucedió en la cama, porque allí despertamos los cuatro desnudos sin que saber yo, al menos, qué había pasado antes y durante toda la noche o cuantas noches...

"Se lo debí contar todo de un tirón - tampoco sé muy bien ahora como se lo conté- ni qué más le conté, porque ella me preguntó:

“—¿Cómo supiste donde habías estado?

“—Nunca lo supe con exactitud, -le contesté- pero no era muy lejos de aquí. Porque cuando salí, aunque había desayunado mucho café, en la calle tomé otro antes de llamar a un taxi para que me condujera a mi casa. La única tarjeta de presentación que guardaba eran unas bragas negras de seda en el bolsillo de mi chaqueta.

“—¿No te acuerdas de nada más?

"Observé que mi nueva amiga, aunque vieja conocida, se interesaba de una manera muy particular sobre el encuentro. Le gustaba que le regalaran el oído. Por eso inventé y traté de adaptarme a ella.

“—Me acuerdo más bien poco, como te he dicho, debió ser el güisqui y las circunstancias, sólo recuerdo vagamente, que accedí a la ropa interior de una señora, la que me acompañó durante buena parte de la noche, en uno de los sillones de este mismo salón, y aquí es donde debí quitarle las bragas, guardármelas en el bolsillo. Recuerdo algo así como que me dijo que se sentía muy cómoda con aquellas bragas y por eso se las había puesto aquella noche, que no pretendía ninguna sofisticación. El otro día las miré de casualidad porque me las encontré entre mis recuerdos, yo soy bastante fetichista, y efectivamente, es una prenda sencilla, también me dijo que no le importaba que se las quitara en publico porque le excitaba el riesgo de que le vieran todo lo demás. Yo actué con cuidado pero creando expectación para un dos mirones disimulados que jugaban entre las cortinas. Como característica principal, las bragas carecían de elásticos lo que facilitaban el acceso a todos los lugares secretos y dejaban bastante ventilado la parte central de la cruz de San Andrés...

"Sentado en el mismo sofá que le había señalado antes, y mientras continuaba la presentación del libro "Con apariencia de tímida doncella" yo no callaba. Mi reciente amiga me miraba sorprendida pero le noté con deseos de intervenir e hice una pausa que ella aprovechó para contarme una historia tan extraña como ella misma:

"El último verano había venido su padre a Madrid para que le hicieran unos análisis médicos. El padre vivía en un pueblo donde él y ella habían nacido. Un lugar pequeño entre Guadalajara y Teruel, en las tierras altas de Medina de Aragón, una de las zonas más frías de Castilla. El campesino resistía con resignación el calor sofocante del julio madrileño. Para paliar en lo posible el bochorno, ella le llevaba a El Corte Inglés donde, después de pasear por una y otra planta, terminaban casi siempre en la cafetería.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola Pedro, recuerdo que me dejaste estas notas un verano para corregirlas, me agrada que las publiques, un saludo