miércoles, octubre 31, 2007

OPERACIÓN BALALAKA capítulo II

Capítulo 2

Como cada mañana Tardón compró el periódico. Mientras tomaba el primer café lo ojeó por encima y se topó el hallazgo de una mujer muerta en un descampado de Torrejón de Ardoz. Apuntaba el suelto que la encontró una familia nómada que buscaba campamento a orillas del Torote. Se trataba de una mujer ucraniana Llevaba encima su documentación. Presentaba herida de bala.... “Esta ayer trabajó menos de lo que ordenaba el chulo”, pensó Petronilo Marceliano. Agotó el café, llegó al crucigrama, lo rellenó con tranquilidad. Las once. No tenía nada que hacer. Tomó otro café. Hay bastantes ucranianos en España, pero le llamó la atención porque César, un amigo de barra de bar, le había hablado de sus relaciones con esta colonia y su afincamiento en Torrejón. Le preguntaría a Paula Marta. Por eso la llamó y quedó a comer en Alcalá. Ella, sin darle muchos detalles, había dicho que deseba hablar con él para preguntarle algunas cosas, y Petronilo no podía decir que no a su amiga Paula Marta. Le atraía aquella muchacha. A pesar de considerarse poco nostálgico, en ocasiones los recuerdos lo llevaban hacia atrás. Volvían los tiempos de reportero intrépido y dado a la bebida. Había fracasado como periodista pero no había perdido el olfato para la noticia. En la muerte de aquella mujer había algo más que un simple cadáver. No sabía lo que le preguntaría Paula Marta Temprano, pero la respuesta sería no. No escribiría ningún reportaje. Había pasado el tiempo. Si acoso, como en otras ocasiones, se habría de conformar con los apuntes confusos de su libretilla de bolsillo.

Tomó el tren en Atocha sobre la una, hacía ya dos meses que había vuelto a vivir en Madrid, y llegaría a Alcalá a las dos menos cuarto, tiempo suficiente para bajar paseando hasta la Plaza de Cervantes y tomar antes un vino en el bar que regentaba su amigo Fernando: El Rinconcito.

En el tren viajaban estudiantes de todas las nacionalidades desparramando apuntes por los asientos, mujeres jóvenes embelesadas en lectura de libros gordos, posibles buscadoras de empleo o secretarias recién despedidas de alguna empresa poco escrupulosa. También andaban por el tren mujeres de diversos países que hablaban diversos idiomas, posibles asistentas de casas en Madrid regresando de las tareas matutinas. A éstas, con seguridad, les esperaba otro turno por las tardes además de las tareas de atender los hijos y tender las coladas, los inmigrantes no pueden permitirse perder el tiempo. Algunos hombres de edad madura, a quienes les resultaba más cómodo viajar en tren que conducir el coche y jóvenes de pantalones vaqueros estrechos que parecían no disponer de oficio ni beneficio y, encubiertamente, trapichearían con cualquier sustancia prohibida.

Entretuvo el tiempo del traslado, además de en observar a los usuarios, en ojear un periódico gratuito que una lectora anterior había olvidado sobre el asiento contiguo al suyo. En este periódico encontró la muerte de otro hombre. A este le habían encontrado en Majadahonda también en un descampado. Era español: “¡A éste se le olvidó que las putas tienen chulo y no se puede jugar a no pagar!” pensó Petronilo. El tren llegó en tiempo y moría en Alcalá. La estación reproducía como un espejo a los personajes que viajaban en el tren.

Petronilo depositó el periódico gratuito en una papelera. Salió, bajó por el Paseo de La Estación hasta Cánovas del Castillo. A la altura de la librería Roma donde había comprado, durante el tiempo que vivió en Alcalá, algunos volúmenes de “La Recherche du temps perdu” a buen precio porque, aunque de excelente edición, nadie los demandaba, torció por la calle Navarro Ledesma donde campeaba Fernando en El Rinconcito.

Entró en el bar. Aún faltaba casi una hora para la cita con Paula Marta. Fernando, como siempre, saludó con efusión a Petronilo.

--¡¡Hombre!! ¿Cómo tú por aquí?

--Pues, ya ves que me he caído.

--Algo traerás entre mano, tú no vienes por las buenas...

--Vengo a verte a ti y las rusas que tenías trabajando contigo. ¿Y Mary, como está?

--Ahí anda en la cocina. Muy bien.

Mary salio secándose las manos en el delantal y saludó sin salir de la barra.

--Prepárale un buen pincho a Petronilo, que seguro que tiene hambre.

--Tú sabes que soy poco comilón, pero a estas horas nada asienta mal. ¿Qué has hecho con las rusas que tenías aquí?

--Pues ya ves: una me salió rana y la pillé con las manos en la masa y la otra se fue porque ella quiso irse.

--¿Te quitó dinero?

--Algo se llevó, pero no fue mucho.

--Pero eso te podía haber pasado con cualquiera.

--¡Uy! ¡He tenido camareros peores!, pero eso no se lo permito a ninguno.

--Pero no por ser rusas son malas, ¿verdad?

--¡Hombre, Petronilo! ¿Tú me has visto a mi alguna vez cara de despreciar a alguien por su origen? La gente es gente y depende de lo que haga independientemente de donde haya nacido.

El bar presentaba a esta hora del día la afluencia propia de un sitio de tapeo, tan frecuente en Alcalá. Fernando, generoso en pinchos, llenaba su rinconcito hasta arriba. Hombres de trajes grises y mujeres de trajes de chaqueta compartían espacio con otros hombres de mono y manos calludas. Los trabajadores de cuello blanco de Hacienda y los albañiles, no desentonaban en el pequeño espacio.

Entre vino y conversación el tiempo transcurría más de prisa que en las novelas de Proust compradas en la librería de enfrente y Petronilo decidió bajar hasta la plaza para encontrarse con Paula Marta. Llegaría antes que ella, pero prefería esperar. El sitio resultaba agradable: primera fila sobre la pasarela del desfile ciudadano.

Acomodado en una mesa, apenas tuvo tiempo de pedir la jarra de cerveza cuando apareció la periodista. Venía como es ella: sonriente, melena larga de pelo crespo, la camisa ajustada, luciendo el bonito cuerpo en un pantalón negro que resaltaba toda su feminidad: guapa y atractiva, y además inteligente. Cuando vio al viejo Tardón hizo un quiebro y levantó los brazos dispuestos al abrazo. Pudo ser más efusivo, pero los besos se concretaron en ambas mejillas de manera cortesana: saludo convencional. Petronilo Marceliano Tardón pidió otra cerveza para Paula Marta. La joven entró en seguida en materia.

--Oye, Petronilo, tienes que ayudarme. He de preparar unos reportajes para el mes de agosto y no sé por donde meter la cabeza.

--¿Para eso me querías ver? A mi no me des trabajo, que ya sabes que soy muy vago.

--Si tú no tienes que escribir nada. Tú con tal de mandar de vez en cuando uno de esos escritos bucólicos que envías, cumples más que de sobra. Estos reportajes los escribiré yo o mandaré a alguien de confianza que los haga. Lo que necesito son las fuentes.

--¿Que tú necesitas las fuentes? ¿Desde cuando una periodista de raza como tú necesita que alguien te busque las fuentes?

--Pues ahora mismo –contestó riendo Paula Marta.

--¿Y de qué se trata? –curioseó Tardón.

--Verás: se trata de la acogida de niños bielorrusos durante el verano.

--¡Coño, te has vuelto caritativa!

--En todo caso, más bien solidaria. Pero no se trata de eso. Como sabes soy la subdirectora del periódico, pero eso no quiere decir que el Redactor Jefe, con más oficio que yo, deje de tirarme chinitas, ya sabes como es este oficio. Y me ha propuesto una serie de reportajes sobre este tema, uno de los pocos que permanecen vivos durante el verano. Y me lo ha propuesto a ver si soy capaz de salir de él encargándoselo a la persona adecuada y buscando las fuentes idóneas.

--Y te has acordado de mí.

--Sí.

--¿Por viejo o por diablo?

--¡¡Por las dos cosas!! –soltó la carcajada Paula Marta- pero además porque por ese pueblo donde tu te movías sé que acogen a estos niños.

--Sí, yo conozco un matrimonio que cada año se trae a una niña y son los representantes de los padres de acogida en el pueblo.

--¿Ves como sí puedes ayudarme?

--Sí, pero para eso me tienes que llevar una noche de estas a Torres de la Alameda para que te presente a los implicados y a partir de ahí yo no quiero saber nada.

--De acuerdo –concedió la periodista, convencida que más adelante le sacaría más información-. Tú me avisas cuando tengas los contactos, pero tiene que ser un sábado. Yo por las noches trabajo todos los días menos el sábado.

--¡¡Mejor, más divertido!!- confirmó Petronilo Marceliano Tardón-. Y ahora permíteme que te haga una pregunta por curiosidad.

--¡Dispara!-sacó otra vez su risa Paula Marta.

--Debían ser dos, pero con la primera me conformo. ¿Cómo andas de novio?

--Pues como siempre, ¡mal!

--Las lenguas de doble filo no dicen eso.

--¡¡Pues mis noches sola, sí!! –soltó otra risa Paula M.

--¡Entonces salir una noche de sábado, aunque sea a Torres de la Alameda, no te causa ningún trastorno!

--Si es contigo, nunca, tú no eres peligroso, y si es por un buen reportaje, menos.

--¡¡Ahí las chicas valientes!! –exclamó entusiasmado PM Tardón-. Pero hay un inconveniente y es que la gente se reúne en la plaza del pueblo los días entre semana. Los viernes y sábado muchas familias se llevan a los niños fuera del pueblo y las monitoras que les acompañan aprovechan para hacer turismo con los amigos de aquí.

--Pues entonces no te puedo llevar. Te las tienes que apañar tu solito.

--¡Bueno, va! ¡Todo sea por un buen reportaje! Ya me las maravillaré yo solo.

--¡Bien. Este es mi amigo PMT!

--Y ahora la segunda pregunta: ¿Sabes quien era la mujer que encontraron muerta en Torrejón hace un par de días?

--Pues no. Me pasaron la nota de prensa de la policía y la resumí, pero no había nombre, sólo que era rusa.

--Eso es lo interesante, porque he leído en el tren que han encontrado otro cadáver por Majada Honda, casi en las mismas circunstancias que el de la rusa en Torrejón.

--Eso es más corriente de lo que tú te piensas. Hay más casos que no aparecen en ninguna parte. La explicación, sencilla: esta mujer de Torrejón una infeliz de las que hacían la calle y el de Majadahonda, que no lo he visto porque no cae en nuestra área de cobertura, un ajuste de cuentas mafioso.

-- Será así, pero deberías preguntar a tu contacto con la policía, – concluyó Tardón - ¿Tomamos otra cerveza o vamos a comer a otro sitio?

--Nos vamos a comer.

Pagaron y se levantaron. La conversación se perdió por vericuetos personales y chascarrillos de rumores, sospechas, conjeturas y suposiciones. Conversación de curiosos sobre política, cultura, gentes, deportes y petardeo.

sábado, octubre 27, 2007

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OPERACIÓN BALALAIKA

CAPITULO 1

Paula Marta había ascendido a subdirectora de El Tribuna de Alcalá. La promoción se debía a los nuevos medios que editaba la empresa y a la capacidad de trabajo y agudeza en los titulares que redactaba la periodista. Aunque nunca se sube por aclamación de los colegas, en esta ocasión el avance no había sido criticado por nadie, más bien al contrario, todos, mejor todas porque casi todas eran redactoras, se habían sentido gratificadas porque Paula Marta ocupara un puesto de responsabilidad. Los cambios en los medios informativos se producen con frecuencia, la dinámica de la tarea así lo exige y siempre se prefiere que ascienda alguien de la casa a que venga impuesto de fuera. El horario de Paula Marta también había cambiado: ahora pasaba más horas en la redacción, quizá no tantas como el redactor jefe, cuya labor de mesa le exigía la permanencia continua, pero sí acudía pronto por las mañanas para planificar el día y por la tarde se esperaba hasta el cierre de la noche. Disponía de un hueco amplio en la tarde: de tres a ocho o más. El tiempo que los redactores empleaban en escribir los trabajos realizados por la mañana. A ella le correspondía después, supervisar los titulares propuestos, unificar criterios y agudizar ideas.

Aquella tarde de junio se adelantó a su horario vespertino y había llegado sobre las seis y media. Antes había acudido a saludar al comisario Paniagua y felicitarle por el cambio al nuevo edificio de la policía donde convivían y compartían sala tres cuerpos destinos: Policía Municipal, Policía Nacional y Guardia Civil. Allí, por el momento, tampoco habían surgido conflictos. Cuando llegó a la redacción se puso a escribir una nota sobre el buen ambiente observado, porque, aunque había ascendido de categoría, seguía escribiendo de sucesos.

Entró el Redactor Jefe al despacho de Paula Marta, una especie de pecera desde la que dominaba la redacción.

--¡Qué trabajadora estas!

--¡Bah!, nada importante una nota sobre la coexistencia de los policía en marcha hacia la unificación de los cuerpos.

-¡Eso de la unificación de los cuerpos tiene su porqué!- exclamó bromista Gerardo.

-¡No me digas que te has vuelto chistoso!-respondió rauda Paula Marta.

-¡Tampoco hay que huir del humor, en definitiva es una forma de inteligencia!

-¡Vaya sigues “on line”! Pero ¿qué hay para mañana?

-Bueno, lo que te venía a proponer no es para hoy ni para mañana, es para el mes de agosto, cuando escasean las noticias.

-¡Venga! Suéltalo de una vez.

-Una serie de reportajes sobre los niños bielorrusos acogidos. Los padres de acogida comprarían periódicos y los niños se marcharían tan contentos con sus fotos y sus recortes para mostrarlo en su país de origen.

-¿Pero todavía hay esas cosas?

-¡Claro que existen! Aquí se diluyen, pero en pueblos más pequeños es un autentico acontecimiento social.

-Bueno. Es una idea. ¿Y quien realizaría el reportaje?

-¡Los reportajes! Te propongo una serie.

-¿No resultará reiterativo?

-Depende de quien los haga y como lo haga.

-¿A quién propones tú?

-Podría escribirlo algún becario.

-Sí. Una becaria con ínfulas de escritor. Una Heminwey americana...

-O una alcalaína.

-No se descarta nada. Lo apunto en la agenda y lo tratamos más adelante. ¿Te parece?

-Sí, sí. No hay prisa.

A Paula Marta no le pareció descabellada la idea. El periódico es un monstruo a quien hay que alimentar diariamente y en verano se sostiene de sus propios monstruos. Los ovnis y los ness aparecen siempre en agosto. ¿Por qué no reportajes sobre cómo pasan los estos muchachos? Se podría tratar no sólo la acogida de los niños, sino también el origen, las costumbres diferentes, la situación de los padres o de los internados donde residen, el por qué les acoge la gente y las amistades que se engendran en estos intercambios. Otro tema a tocar podría ser la situación de los profesores que vienen y qué misión traen. No estaba mal la idea. Pero no le dio mayor importancia. Mañana sería otro día y se concentró en el cierre con la intención de terminar cuanto antes.

A media mañana del día siguiente sonó el teléfono. Le pasaban una llamada de Petronilo Marceliano Tardón. Se alegró. Hacía tiempo que no hablaba con él. Desde un evento en el que coincidieron hacía, por los menos, tres meses.

-¡Hola Petronilo! ¿Qué tal te va?

--Pues como siempre. ¿Te apetece tomar unos vinos?

--Sí, pero no puedo. Hasta las dos y media no salgo. Si te esperas hasta entonces...

--¡Buena hora! Podríamos comer juntos.

--De acuerdo. Quedamos en El Hemisferio. Y a ver si te prodigas más, que últimamente estás muy vago... escribes poco.

--Tampoco te leo como antes. Te dedicas menos a los sucesos.

--Me pillas redactando una nota sobre la convivencia de las distintas policías, no he olvidado el tema.

--Eso está bien. Entonces quedamos para comer.

--De acuerdo.

Paula Marta terminó la croniquilla, que tampoco daba mucho de sí. Le habían habilitado un despacho de cristal desde donde divisaba toda la redacción menos la mesa de Gerardo el Redactor Jefe, que se adosaba a la pared opaca de la pecera como se conocía en la redacción el despacho de la subdirectora. Era la una del medio día, hora del primer repaso de cómo marchaba el trabajo. Las redactoras que debían cubrir los acontecimientos habían salido todas y sólo quedaban en la redacción los de mesa y los de las maquetas. Ahora, desde que el periódico mantenía una edición digital, buena parte de la cocina se guisaba en un despachito pequeño y apartado desde donde el webmaster tenía acceso a todos los ordenadores de la redacción. Cuando se producían noticias para publicar en el acto, cada uno de los que escribían debían colocarla en documentos compartidos. La mañana se mostraba tranquila: conciertos escolares, recepción en el Ayuntamiento, los cuarteles, temas demasiado trillados para no disponer de fuentes suficientes donde informarse. Comprobó por teléfono que cada cual ocupaba su sitio según lo planificado. Salió de la pecera. Se dirigió al despacho de la edición digital. Volvió enseguida a la redacción. El Redactor Jefe se ocupaba del área de cultura porque quien llevaba el tema había subido a política local. Al Redactor Jefe no le apetecía andar por despachos ni concertando entrevistas. Era redactor de mesa, de corta y pega, redactor de tijera. Este tipo de redactores que cogen una noticia de agencia y la aumentan o disminuyen hasta que cuadra en el hueco de la página, capaces de escribir un interesantísimo reportaje con sólo recortes y material de archivo, esta gente tan imprescindible en las redacciones que en la mayoría de los casos pasan desapercibidos fuera de ellas. A Paula Marta le había extrañado que le propusiera los reportajes sobre la acogida de niños, no era su manera de trabajar. Tal vez tuviera que ver con su ilusión de conseguir una corresponsalía en el extranjero y por eso se preocupaba de la avalancha de niños bielorrusos que cada año pasaban en España un mes y medio.

--¿Cómo se te ha ocurrido eso de los reportajes sobre los niños?

--Hurgando en Internet – contestó Gerardo.

--¿Y por donde metemos manos a eso?

--No lo tengo muy claro yo tampoco, pero me parece que por estos pueblos de la meseta del Jarama hay familias que les acogen. No sé si en Torres, en Anchelo, o en Villarejo de Salvanés, pero por ahí.

--Pero no llegamos más que a Torres, si no hay en Torres tiene poco sentido y menos tirón. Y está el problema de quien lo hace.

-- El argumento merece la pena, pero necesitamos alguien que lo trabaje.

--Se me ocurre que tal vez mi amigo el Tardón, ese que escribe de vez en cuando una columna esté interesado en el asunto.

--¡¡Yo no me fiaría de él!! ¿Has visto con qué periodicidad escribe? Nunca se sabe si va a escribir a la semana al mes o al año...

--Pero sí le gusta investigar. Le gusta fisgonear, enterarse de las cosas... Él podría tomar notas y luego me las pasa a mí. Sólo hay que buscar algo que le motive,

--Como tú digas, tú eres la jefa...

--Tanto como la jefa...

--En la redacción se hace lo que tú digas que se haga. Otra cosa es la política del periódico, la marcan desde más arriba, auque los vinos que te tomas con el Consejero Delegado también influyen – rió sarcástico el Redactor Jefe.

--¡Que cabrón eres! – le contestó Paula Marta con su mejor sonrisa aunque no exenta de reproche.

Y es que se rumoreaba que el ascenso de Paula Marta a la subdirección de El Tribuna de Alcalá tenía dos orígenes: apartarla de la información caliente, porque si tocaba una trama no lo soltaba hasta dar con todas las claves, y en ocasiones se pinchaba en zonas sensibles y otro puntal era su sonrisa contagiosa que también había transmitido al Consejero Delegado recientemente incorporado a la empresa después de una fusión y un juego de acciones. Ambas cosas debían de ser ciertas. Paula Marta había salido reforzada porque había triunfado la línea del director y éste sentía gran admiración por la labor de la joven.

Faltaban apenas unos minutos para que fueran las dos, hora a la que comenzaban a llegar los redactores de calle desperdigados por toda la ciudad. Paula Marta se despidió cantando “¡Ponte el cinturón!” y se dirigió al Hemisferio, en la Plaza de Cervantes, donde se había citado con Petronilo Marceliano.