jueves, abril 26, 2007

ALCALÁ CIUDAD PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD.

Este artículo se publicó en el Diario de Alcalá el mismo día que Alcalá fue elegida patrimonio de la humanidad.
FIN DE SIGLO

LOLA Y LA HUMANIDAD

Colocar de capitel de esta columna el nombre de Lola no tendría mayor sentido si no fuera porque Lola, la Directora del Centro de EPA don Juan I de Alcalá es de Megina, Guadualajara, y ella, un poco por presumir, otro tanto por ocultar su origen pueblerino, dice que veranea en Europa. Y razón no le falta, pese a lo que ella piense, Megina también es Europa.
Pero desde este día dos de noviembre Lola tendrá otro motivo de orgullo: ser la directora del Centro del MEC de Educación de Adultos de una ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Lola además se siente muy recompensada porque sus maestros viajan por todo el mundo: Javier Ocaña a Japón en representación del Ayuntamiento Complutense, Eva Muñoz a Suecia en representación del Centro, Paco Viana y este servidor de ustedes a Polonia igualmente en representación del Centro Don Juan I.
De la plantilla del Centro hay maestros con muchos años en Alemania y el curso pasado, nos atendía Pelayo que procedente de Australia, impartía clases de inglés.
Pero Lola Martínez además se siente orgullosa porque al centro que ella dirige llega gente de otros muchos puntos: la alcaldesa de Peterbeorough, United Kingdom, y su marido, que también se dedica a la educación de adultos, visitaron El Don Juan I el mes pasado. Un grupo de maestros chilenos- con Pinochet a la sombra- han terminado estos días sus prácticas en el Don Juan. Y en junio tuvimos entre nosotros una representación de maestras portuguesas, nuestras socias de Coimbra.
Y no para aquí la cosa: de los maestros, que sepamos, sólo uno tiene origen alcalaíno, el resto cada cual somos nacidos en donde Dios nos dio a entender.
De los alumnos ¿ para qué hablar? Asisten a clases colombianos, marroquíes, gaboneses, chinos, polacos, y- aunque ahora no tenemos- algún norteamericano y algún francés han pasado por las aulas. Ciertamente la gran mayoría son castellano manchegos, extremeños, andaluces y algún que otro aragonés y catalán. Es decir Lola comanda gente de todas partes.
Así la cuestión, Lola, con quien no he tenido la oportunidad de hablar desde la declaración hasta la hora de escribir esta columna, podrá presumir de trabajar justamente en el ombligo del Mundo.
Y yo advierto a Lola: ¡Cuidado con este sentimiento! El ombligo es un lugar muy céntrico, aunque poco útil a no ser para hacer cosquillas. Llegado a ese punto siempre se tira hacia arriba o hacia abajo, pero allí se permanece poco tiempo, como en Alcalá que siempre fue Ciudad de Paso.

Pedro M. Talaván.

miércoles, abril 11, 2007

América América

Publicado en Diario de Alcalá durante los años noventa.
FIN DE SIGLO



CENTRO AMERICA

Aunque ya parece que va amainando el huracán ese, “como se llame”, y por tanto el impacto mediático de la solidaridad noticiosa, es un buen momento para plantearse lo que realmente sucede en Centro América.
El agua y el aire arrasó con todo lo que había, que no era mucho. Sólo vidas. Pero eso, sin hipocresías, en esta época, poco importa, a no ser para adoptar niños como se compra un perrito, dicho con todos los respetos, o para comprar niños, según se oye en ocasiones, para traficar con sus órganos y niñas para traficar con sus cuerpos.
Allí había poco de todo porque a nadie le ha interesado nunca que la zona prospere. Pues bien de repente se desatan las más impresionantes de las solidaridades. No hay nadie que se precie que no acuda a ver la desgracia- ¡de los demás, claro! - ni equipo de fútbol infantil- alevines de Maradonas-, de esos a quienes los padres gritan en los campos- ¡Machaca a tu contrario!- que no haya organizado una tómbola o le hayan rogado que rompa el cerdito para ayudar a los pobres indiecitos.
A afortunadamente ya se ha pasado la riada y -¡ todas las aguas vuelven a su cauce!- se empieza a oír hablar de ciertas corrupciones, de que si las ayudas llegan distorsionadas... Es decir aquello vuelve a ser lo que era: el paraíso de unos pocos y el infierno de muchos. Pero incluso ese infierno se puede convertir en algo turístico. ¿A quien no le apetece una bajada a los infiernos siempre que el ascensor nos espere para subir al cielo?
¿Y qué pasa mientras con la gente? Bueno, pues los gobiernos se debaten entre el ser o no ser de reclamar a Pinochet, entre cómo cobrar lo que nos deben esos piases. En no comprales sus materias primas, en venderles tecnología que de poco les sirve, en “ ayudarles” a seguir cayendo...
¿ Es que está mal la solidaridad? En absoluto, pero esos voluntarismos sólo me suenan a lavado de conciencia, a qué bueno soy, yo también contribuyo. Y en el mismo saco entra y cabe: los sudacas son peligrosos, los moros son unos guarros, los gitanos, unos ladrones, los polacos, unos indeseables...
Si el Estado quiere hacer algo ¿ por qué no facilita la entrada a los que proceden de Latinoamérica? Hace pocos días he tenido la oportunidad de observar en el aeropuerto de Barajas el trato tan diferente que la policía da a los viajeros según proceden de unas zonas del mundo o de otra. ¿Por qué no se extiende la seguridad social a todas las personas que viven en nuestro territorio? ¿Por qué no se evitan las pateras? En definitiva, ¿Por qué no se desarrolla de verdad estos piases, que lo necesitan, para que sus habitantes, con los mismos sentimientos que usted y yo, puedan permanecer junto a sus familias? Recursos, hay, como se termina de demostrar en esta carrera de yo soy más generosos y más rico que tu. Lo que también se demuestra es la necesidad que tenemos de que haya desgracias, de que haya pobres para poder presumir de ricos y generosos. Ya lo contaba Galdós en sus novelas de Torquemada: tengo tanto dinero que puedo comprar a Dios, aunque sea a partir de limosnas.
Esta no es la solución. La solución, yo tampoco la tengo a mano pero la pido, pasa por la justicia social y la valoración y dignificación del trabajo. No nos deben nada. Nuestra riqueza es sólo consecuencia de su espolio. Y la telefónica y la United fruit es lo mismo allí que aquí.

PEDRO M. TALAVÁN