sábado, marzo 08, 2008

PMT versus PMT

— ¿ De los seres imaginarios cuales son tus preferidos? - Improviso para reponerme un tanto de la sorpresa por comentario sobre mis piernas y mi falda, lo único que he entendido... y él contesta a toda prisa:

—Las huríes del profeta y las náyades de ojos verdes..., como los tuyos, mi joven entrevistadora. También me gustan las musas.

Leo en una servilleta sobre la que garabatea: cuento "Sobre los espejos" Lo miro, sólo lo miro. Y él continúa:

— Se puede hacer un seminario sobre este tema: los labios de las huríes, las náyades y tus propias piernas. Un seminario reducido... entre tu y yo, solamente...

— Interesante.- Respondo.- Se ha percatado de que lo del seminario me ha llegado.

Saca otra servilleta y me la entrega. Mientras la leo Petronilo Marceliano Tardón pide cerveza. Carlos llega hasta nuestra mesa, retira los vasos vacíos. En el ambiente suena una balada. Carlos trajina y baila. Hay poca clientela a estas horas. Un hombre nos mira, apenas saluda. En la mesa del fondo come el hijo de Carlos. Petronilo mira sin complejo mis piernas. Piensa que no lo advierto, pero noto como sus ojos, un tanto vidriosos, un tanto tristes, pálidos a través de los gruesos cristales de miope, suben más arriba de mis rodillas. En cierto momento casi noto su entusiasmo sobre mi piel. Leo en la servilleta que me tiende mientras bebe más cerveza:

I

Y ahora el cuento de hoy:

II

¿Cómo comentar un combate de boxeo? ¿Hay otra manera de enfrentarse a la vida?

No hay más en la servilleta. Lo miro a los ojos. Lo siento hombre ahogado y vital en lucha permanente consigo mismo. Lo miro mientras bebo cerveza. Ya no son los ojos. Ahora es su mano la que se posa sobre mi rodilla. Intenta llamar mi atención. Saca unas hojas de libreta y me las tiende.

— Lee esto- dice.

I

... Y sigue el cuento de ayer...

Cada noche me asomo a mi balcón a mirar el poyo vacío, pero mi vecina no ha vuelto a usar el jardín para tomar desnuda las noches de luna morena.

Vive sola, no distinguí su cara, lo impedían las sombras...

Aquí hay ya otro cuento de espías...

II

Otro libro. Este es de estudio, de erudición, pero ¿quien lo querría comprar? El título ya quema:

"Escritores de baja estopa".

Propuesta: los autores de padres pobres ¡habrá pocos! que publicaron, los que ni siquiera pintaron o escribieron una línea, pero sintieron el alma de autores: de mi tío Hilario, lo verdaderamente genial fue su vida hasta el punto de llevar tanta pintura en la cabeza que perdió una patera de los calzoncillos sin enterarse de ello. Cuentan que el cacho de trapo estuvo ondeando encima de un carrasco más de tres meses hasta que el sol y los pájaros se lo llevaron para hacer los nidos... Ese cuadro está por pintar, y el episodio sin narrar, y la historia y las ilusiones sin escribir.

Otro libro. Caso de la amiga que inspira estos apuntes de la biblioteca inimaginable o ¿cómo se llamaba la biblioteca?

Al lado inverso, el Canario que vende mucha poesía por El Retiro durante las ferias del libro. Vive de la poesía y nadie lo reconoce...

III

Respeto a la gente, ¿será verdad que somos feos por naturaleza? Algunas personas lo aparentan. Me gustaría cambiar la afirmación.

IV

Chinos que recomiendan restaurantes y regalos. En los bares sirven peruanos y beben españoles. Aquí no pasa nada. Sombreros Borsalino de Casa Yusta, sombreros que yo he visto arreglar a los gitanos en el Pozo de las Bestias.

31 de diciembre de 2000

El último libro del siglo:

"Las cuatro estaciones". Otras cuatro estaciones, día a día, mes a mes, con bares, sexo, y rock and roll.

Mientras leo lo anterior, Petronilo Marceliano Tardón se ha levantado, ha llegado hasta la barra, ha pedido más cerveza, ha ido hasta el servicio, ha vuelto con dos tubos, se ha sentado y me mira. Comienza a hablar de corrido, como si lo tuviera preparado pero sé que es instantáneo. No me deja terminar de leer. La vehemencia le sale de dentro, no pretende molestar, expresa lo que piensa espontáneamente. No se calla. Habla y habla:

— Racimos de imposibles novelas nunca escritas. Editadas por editoriales y editores que nunca han editado un libro. Criticadas pro críticos que nunca las leyeron. Publicadas estas críticas en las mismas importantes editoriales antes citadas, en las secciones de ensayo y erudición. Recogidas después en enciclopedias inexistentes. Novelas guardadas en bibliotecas y clasificadas en peculiar manera. Bibliotecas a las que acuden no lectores... El otro lado de los espejos. ¿Qué te parece? - Pregunta Petronilo. Te has asustado un poco...

— No exactamente.- Contesto. Siento que la entrevista se me va de las manos. Que nunca podré dominar a este personaje, no obstante ataco preguntando a ver si le sorprendo- ¿Por qué insistes tanto sobre las bragas?

— El deseo de mirar bajo las faldas no es otra cosa que el intento de conocer el interior de la mujer, conocer sus pensamientos. Es una traslación de la mirada interior. Tal vez la metáfora de la Caverna que ya utilizó Platón, de la cual procedemos todos. Las bragas serían sólo esa suave tela de araña que impide volver hacia el pasado, hacia los orígenes, hacia la infancia... Ahí tienes psicoanálisis, ahí tienes erotismo, ahí tienes deseo y juego. ¿Te parece interesante el seminario que te propongo?

Su mano esta vez llega hasta mi rodilla y acaricia muy suavemente el interior de mis piernas. No me retiro. No sé por qué. Aunque me da cierto miedo, siento también una atracción fatal. Son suaves sus manos. No me disgusta la caricia. Me palpita el corazón y siento subir el calor por mi cuerpo. Muevo las piernas para disuadirle, para disimular mi turbación y para inclinarme sobre la mesa, alcanzar el vaso y beber cerveza... Él me mira y sonríe, es una mirada tierna de miope... Retira la mano avisado, pero sé que volverá.

— Además de estos temas supongo que también te habrán interesado otros. Enumérame algunos de los proyectos más extravagantes que hayas imaginado...

Se ha echado hacia atrás en la silla, pierde la mirada en el techo con cierta nostalgia.

— Pues verás, en cierta ocasión hice un proyecto para una bodega de vino, en otra para una agencia de prensa, en otra para una gasolinera, en otra para un camping, en otra para un poblado celta y así hasta donde tu quieras, lo de los proyectos ya lo comentamos, te puedo proponer unos cuantos en poco tiempo...

Ahora se lanza a desgranarme cada uno de los proyectos que me ha enumerado y me llama especialmente la atención el del poblado celta. Me habla de chozos y pallozas, de sierras y de valles, de aguas subterráneas y de zahoríes, de leyendas, de la vida... Me cuenta que Don Carlos también hace proyectos: quiere irse a León y montar un hotel rural, un hotel para gente como nosotros que quiere tener una entrevista tranquila. Me comenta que lo más probable es que no se lleven a cabo nunca, pero lo ilusionante es la esperanza, el imaginar...

Pasan las horas. El magnetófono se ha parado sin avisar y a mi se me ha ido el santo al cielo. Hemos bebido más cerveza. El público ha cambiado. La tarde, a eso de las ocho, en este sábado de enero de 2001, se ha poblado de muchachas y muchachos muy jóvenes. La música también ha cambiado. Suena alguna canción de Sabina y mucho bakalao. Los jóvenes nos miran extrañados. El ruido es grande, casi molesto, Carlos reina detrás de la barra. Nos ha traído algunos pinchos. Eso es todo lo que hemos comido. Petronilo me ha cogido la mano entre las suyas. Yo no la aparto. Me gusta que me mire a los ojos. Yo también lo miro. El beso llega solo. Siento como se me eriza el cuerpo. Un escalofrío en la espina dorsal. Su lengua enreda en mi cuello y se entretiene en mi oreja. Le acaricio el rostro y le miro. No sé qué ha visto en mis ojos, pero siento su mano subiendo, subiendo, suave, despacio, por entre mis piernas. No llega hasta arriba. Sabe marcar los tiempos. Me ha vuelto a besar en la boca y ahora nos hemos entretenido más. De repente oímos un aplauso de los jóvenes que pueblan el bar. Despertamos. Nos lo dirigen a nosotros. Siento una vergüenza atroz. Debo presentar una cara roja como las amapolas.

— ¡Déjalo, por favor! - Me atrevo a decir, casi con miedo a que me obedezca. Me besa en la mejilla y me murmura en el oído, al tiempo que aprieta mi mano.

—¡Vámonos!

Nos levantamos. Recojo el magnetófono y las servilletas escritas. El no paga ni yo tampoco. Carlos desde la barra nos mira salir y no dice nada, sonríe solamente. Apenas hemos andado diez metros. Entramos en un portal de una casa nueva. Petronilo llama al ascensor. Dentro, me abraza. Yo me cuelgo de su cuello. Siento sus brazos fuertes sobre mi cintura. Una mano se cuela bajo mi falda. No me importa, lo deseo. Un beso de dos pisos y una mano en mi grupa. Deseo montar en este viejo garañón que parece potente. Llegamos a su casa. Apenas me suelta la cintura para buscar las llaves. Abre la puerta, entramos y cierra con el tacón. Me abalanzo sobre él y le beso intensamente, apasionadamente, sin ningún pudor, totalmente entregada, le deseaba allí mismo y entonces mismo…

— ¡Un momento, princesa!- Susurra Petronilo mientras se suelta y se encamina hacia una puerta cerrada.

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