sábado, diciembre 08, 2007

"OPERACIÓN BALALAIKA" CAPÍTULO XV Y ÚLTIMO

Si os portáis bien y opináis sobre la novela, os prometo colgar -me reservo por donde- la primera aparición de Paula Marta Temprano:
"La biblioteca imposible".
Y
ahora
OPERACIÓN BALALAIKA: EL DESENLACE


Capítulo 15

Comenzaba septiembre. Fue Paula Marta quien llamó a Tardón. Ahora en Velilla disponía de teléfono.

--Paso a visitarte mañana por la tarde – anunció la periodista.

--Aquí te espero – contestó Petronilo y añadió-: ¿por qué no llamas a Palmira Márquez y nos vemos los tres?

--¡Nos quieres a las dos juntas, eres un pillín!-rió Paula Marta.

--¡No, mujer! Lo que quiero es enterarme del final de la historia del mes de julio.

--Mañana te la cuento, pero si quieres llamo a la Bailarina.

--Sí, sí. Llámala.

A la mañana siguiente, como cada día, Petronilo Marceliano Tardón compró el periódico. En primera plana, aunque no la más destacada, venía la detención de varios componentes de una banda que actuaba por toda España y cuya casa central se encontraba en Torrejón de Ardoz. La noticia no aclaraba mucho más. Señalaba las iniciales de los cinco detenidos, tres hombres y dos mujeres todos ellos procedentes de los países del este. No daba más detalles.

Sobre las siete y media de la tarde llegaba Paula Marta a Velilla. Ya no hacía tanto calor como durante los meses de julio y agosto, pero aún reinaba el verano. Llamó por teléfono a Tardón cuando aparcó el coche. No hubiera sido necesario porque ella disponía de las llaves del piso de la calle Rafael Alberti desde que lo entrevistó por primera vez, hacía ya cinco años. Lo llamó para comprobar si la esperaba. Un escueto “¡sube!” imperativo y amable al mismo tiempo fue la respuesta. Tomó el ascensor. La puerta aparecía entornada. Entró sin llamar. En un ambiente sombreado, las persianas medio bajadas permitían una luz natural pero escasa, Tardón leía relajadamente un periódico. La mesa del escritorio desbordada papeles y atiborrada de libros escasamente dejaba asomar la pantalla del ordenador.

--¡Hola, buenas, estoy aquíi! –canturreó Paula Marta.

--Bienvenida- contestó escuetamente Petronilo Marceliano.

--¿Estás enfadado o estás enfermo?

--Ninguna de las dos cosas, por fortuna –enfatizó Tardón.

--Pues dame un beso por lo menos. Salúdame.

--No sé yo. La última vez que besé a una mujer a solas me costó una condena de arresto domiciliario y chichón en la cabeza.

--Ven acá, yo no soy de esas con las que tú te juntas. Yo quiero darte un beso y nada más.

Paula Marta se acercó a Tardón le quitó el periódico de las manos y, abrazándole, le plantó dos besos, uno en cada mejilla. Se quedó sentada en el brazo del sillón con una mano por encima de los hombros del hombre. Tardón la miró a los ojos. Paula Marta iluminaba su alegre cara con unos ojos guasones.

--¡Hoy te habrás lucido! – cambió la conversación Petronilo, ahora sí, con una sonrisa en los labios.

--¿Por qué? - preguntó perpleja Paula Marta.

--Por la detención de esta banda en Torrejón.

--¿Por eso? Ya no trabajo en el Tribuna de Alcalá.

--¿Desde cuando?

--El próximo lunes comienzo a trabajar en otra empresa. Voy de directora de varias publicaciones. Por eso he venido a verte porque me despedí hace unos días y me tomé unas vacaciones.

--¡Joder cómo asciendes! ¡Especifícame eso!

--Ni yo misma lo sé – tornó el semblante Paula Marta, mientras se levantaba del brazo del sillón y se colocaba frente a Petronilo-. Un día me invitaron a comer en un restaurante del barrio de Salamanca y me propusieron el cargo. Me pagan mejor que en el Tribuna y dispongo de los fines de semana libres. ¡Además ya son diez años en el mismo periódico, necesitaba cambiar de aires!

--Pero tú harías algún movimiento, mandarías tu cuirriculum, alguna cosa.

--No, fue más sencillo todavía. Cuando el asunto aquel tuyo, mantuve una larga conversación de principios con el Director y el Consejero Delegado del periódico. Me jodía no poder contar lo que había sucedido porque me parecía aceptar un chantaje. No obstante me convencieron: la petición de no publicar nada no sólo venía de los colegas de la Bailarina, sino que además el comisario de policía de Alcalá recomendaba muy seriamente que para facilitarles el trabajo a ellos retuviéramos la información todo el tiempo que pudiéramos. Yo juzgaba que publicar el intento de chantaje sería primera página en todos los periódicos, pero se optó, y yo no tuve más remedio que aceptar, por la solución del silencio. Eso me creó cierto mal estar. Y en esos días llegó la oferta de este trabajo.

--¿Pero tú sigues en relaciones con el Consejero Delegado o no?

--¿De ligue, dices? Bueno, ahí andamos, pero nada definitivo. Nos llevamos bien y de vez en cuando nos vemos...

--¿No ha intervenido él en que encuentres este nuevo trabajo.

--No lo sé. Yo creo que no, porque cuando hace una semana, el viernes al medio día, le dije al Director que al cierre terminaba mi contrato con ellos, llamó al Consejero Delegado y, entre los dos, además de echarme la bronca del siglo por despedirme así, me rogaron una y otra vez que nos les dejara. Incluso me ofrecieron más dinero, pero a mi me apetece la dirección de estas publicaciones y librar los fines de semana.

--Ya me contarás como te va en el nuevo curro, pero los motivos del cambio yo las buscaría en la casa...

--Acaso sea como tú dices. ¡Cualquiera sabe..., pero yo estoy contenta!

Sonaba el móvil de Paula Marta de manera insistente como hacen estos aparatos. Tonos “in crecendo”.

--Sí.

--...

--¡Hola Palmira! Sí claro, estoy en casa de Petronilo. ¿Vas a venir?

--Ya... – tapando el teléfono Paula Marta comenta a Petronilo quién llama.

--Es una lástima que no vengas. Habría cosas que contarte y que tú nos contaras a nosotros.

--No. Ya no trabajo en el Tribuna y las publicaciones a las que voy son específicas: viajes y aventuras.

--...

--Bueno, pues tal vez te fiche como corresponsal. ¿Quieres saludar a Petronilo?

--...

--Te lo paso. Toma. Es Palmira.

Petronilo coge el teléfono que le ofrece la periodista. Escucha.

--¿Que te vas a Ámsterdam a dar clases de canto a una escuela de jazz? ¿Pues tu especialidad no es la música barroca?

--...

--¿Y qué quieres enlazar la música selecta del barroco con los movimientos literarios de las vanguardias, con el cubismo y la música emergente? Eso ya lo ha hecho Lousier con Bach y lo intentan algunos coros de Alcalá.

--...

--O sea, te has ligado a Miguel Rodríguez, el pianista.

--...

--Bueno, chica, es una pena. Quería invitaros a cenar para aclarar algunas cosas. Nada más que eso. Que te vaya muy bien. Te paso con Paula Marta.

Las dos mujeres se despidieron y se disculparon la una con la otra. Cuando apagó el teléfono la periodista, Petronilo la invitó a bajar al Copacabana, un bar brasileiro que habían abierto recientemente.

--¿Cómo hablas con ésta después del número del secuestro? – preguntó Paula Marta.

--¡Yo qué sé si hubo secuestro o encoñamiento!

--¡Te acostaste con ella! –afirmó taxativa Paula Marta.

--No lo sé –abrió las manos y bajó la cabeza Tardón-. Puso música, bebimos güisqui y perdí el control. Eso es todo.

--¿Y lo de aparecer en la glorieta de Bilbao?

--Tampoco lo sé. Cesar paró junto a mí. Me invitó a subir a su coche. Yo me dormí y desperté en la habitación de una casa donde Palmira Márquez me llevó un café muy cargado y muy bien hecho. No sé más.

Llegaron al Copacabana cuando Cesar consumía un gin tonic. Ninguno se extrañó por el encuentro.

--¡Vaya, dos escritores juntos!- saludó Cesar.

--¡Y un chantajeador!-arremetió Paula Marta.

--¡Mujer, tanto como eso...! –replicó César.

--Pues ya me contarás como se llama a la faena de Atocha de hace dos meses...

--Salvar tu pellejo y el de aquí el amigo Petronilo.

--Nos tienes que contar eso con pormenores –intervino PM Tardón.

--¿Con detalle? ¿Y vosotros que leéis todos los periódicos me pedís detalles? ¡Oye Juan!, –llamó César al camarero, un muchacho rubio oculto tras la pantalla de un portátil- ¿Tienes por ahí el periódico de hoy?

--En la esquina -César abrió El País y mostró un titular de la segunda página que decía: “Caracas compra armamento a Bielorrusia por 720 millones de euros.” – Y ayer venía la noticia de la desarticulación de una banda con sede en Torrejón de Ardoz que se dedicaba a la trata de blancas y a la venta de Kaláshnikov. No teníais ni idea a donde os metíais. Eso es lo que había detrás.

--¿Y mi golpe en la cabeza? ¿Y mi regreso en casa de Palmira MT?

--A ti te gusta el güisqui y el jazz y el perfume de las señoras ¿verdad?, pues ¡cuidado bajo qué sábanas te metes! A ti nadie te dio en la cabeza, te caíste tú solo entre las medias de seda.

--¿Y la pistola que PMT llevaba en el bolso?

--Su herramienta de trabajo.

--¿Qué quiere decir eso? –pregunto Paula MT- PM Tierno, que yo sepa se dedica a cantar.

--Y canta muy bien y en muchos escenarios. Más de los que tú puedas imaginar. Canta hasta para los rusos.

--¡Me he perdido! ¡No entiendo nada! – saltó P Marceliano T.

--Te lo resumo: Una red de gente del este se dedica a vender armas. Vende armas a bandas y a países. El sistema es sencillo. Salen las armas de Bielorrusia a Letonia donde embarcan. Aquí se hacen los tratos. Las armas duermen en Latinoamérica: armas por petróleo en Venezuela, por ejemplo, y al cabo de unos años aparecen en África o donde se puedan vender. La misma red provee de mujeres rubias a los clubs de carretera. Esta actividad sirve de tapadera al negocio mayor, y si es necesario también se importan drogas por el camino inverso al de las armas.

--¿Y lo de la inscripción en cirílico? –pregunta PMT.

--Jugar al despiste. Lo importante eran las fotografías del club de jazz, porque aquella noche concurría allí lo más granado: espías venezolanos, espías bielorrusas, periodistas, músicos e intelectuales. No había nadie que no estuviera implicado en algo.

--¿Pero qué eran servicios secretos o mafias?

--¿Pero existen diferencias?

--¿Y tú a qué te dedicas?

--Me gano la vida cada día.

--¡Y yo sin escribir el reportaje...!- se dolió Paula Marta.

--¡Pues ahí lo tienes!

Velilla, 24 de julio de 2007.

No hay comentarios: