martes, diciembre 04, 2007

OPERACIÓN BALALAIKA CAPÍTULO XIII

Capítulo 13

Salieron de la Estación de Atocha a través del Metro. Joaquín había dejado el coche en las tapias del Retiro, frente al Observatorio Astronómico. Caminaron de prisa.

--Ahí arriba hay un péndulo de Foucault –informó Joaquín a Paula Marta- pero es muy difícil de visitarlo.

--Sitio de aventuras, como ya lo demostró Umberto Eco –respondió Paula Marta-. Pero para aventura las nuestras. ¿Has conseguido alguna fotografía de mi amigo César?

--¿Y lo dudas? ¿Has visto alguna vez que yo no haya conseguido la imagen que deseaba? – respondió ufano Joaquín.

--¿Tienes en la cámara aún las imágenes que conseguiste en Segundo Jazz?

--No. Las descargué en el ordenador de mi casa.

--Pues volando a Alcalá y me haces una copia en el pen drive y añades la de Cesar.

--¿Qué quieres hacer con ellas?

--Ya te he contado ¿no?, me piden que no se publique ni una y quiero ver por qué.

Subieron al coche, un Fiat punto, negro, arrancaron por el paseo de Alfonso XII, hasta la plaza de la Independencia para empalmar con O`Donell y, por la R-3, hasta la M-45. A La Garena, donde vivía Joaquín, un paseo: veinte minutos. Las cuatro menos cuarto. A las cuatro Paula Marta disponía de una copia de las fotos, otra copia descansaba en el ordenador de Joaquín y una tercera se escondió en un disco que Joaquín prometió depositar en la Churrería Cibeles de la calle Hans Sevilla.

--Llévame a la comisaría, y si no te llamo en una hora empiezas a distribuir fotos y decir que Tardón está secuestrado.

--De acuerdo.

La Glorieta de La Fiat o de Fiesta, atascada como siempre, relentizó el viaje pero a las cuatro y media Paula Marta llamaba a la puerta del des pacho del comisario Paniagua.

--¡Adelante! –se oyó la voz del comisario.

Paula Marta entró mostrando su mejor sonrisa.

--¡Hola! deseaba verle a usted.

--Pues aquí me tienes. Cuéntame.

--Es una cuestión particular.

--Dispara.

--Verá: tengo unas fotos y avisos de que no las publique.

--¿Tienes aquí las fotos?

--Sí.

--A verlas.

Paula Marta sacó su memoria USB y se la mostró al comisario.

--Aquí están.

El comisario colocó el dispositivo en su ordenador y dejó que se abriera.

--¿No habrás pillado a algún mandamás en algún momento indiscreto?

--Yo creo que no son de ningún mandamás. Son fotos bastante corrientes.

--¿Son estas del grupo?

--Sí y esa otra en la que yo estoy con un tío en un restaurante.

--Pues las fotos no parecen que oculten nada.

--Pues ese tío que está conmigo en el restaurante, que dice que se llama Cesar, me ha dado a mí el tercer aviso. El primero se lo dieron a Joaquín en el Club Segundo Jazz, a Tardón, le dieron el segundo y a mi el tercero hace una hora y Tardón está secuestrado.

--¡Por partes, por partes!- calmó el comisario Paniagua.

Paula Marta relató detalladamente todo el asunto, incluyendo los reportajes sobre los niños de acogida. El comisario repasó las fotos una por una. Vio algo que le llamó la atención. No dijo nada, pero un gestó de los labios no pasó desapercibido para la periodista.

--¡Ah!, se me olvidaba –intervino de nuevo Paula Marta Temprano enseñando al policía la nota que le entregó Cesar- ¿Qué puede significar estas letras en cirílico?

--Pues yo sé tanto ruso como tú. No tengo ni idea. Pero apúntate el teléfono y déjame la nota.

--No. la nota no se la dejo. Es el salvoconducto para mi amigo Petronilo Marcelino Tardón.

--Hacemos una fotocopia, y no te preocupes por Tardón. Es perro viejo y escapa de todas las dentelladas. En cuanto a las fotos hay aquí una mujer que se parece mucho a una que ha aparecido muerta en el río Torote esta mañana. De esta muerte, lo que te han dicho: ni mencionarla. No sé si es la misma, pero tengo que comprobarlo.

--¿Quién es? -preguntó la periodista inclinándose hacia el ordenador.

--Ésta –señaló Paniagua a Rita.

--¡Ahí va, Rita, la bielorrusa exilada! Esa dio a Emma otra nota con un teléfono y unas palabras en cirílico, como la que me han dado a mí, según me contó Tardón.

--¿Delante de quién te lo contó?

--Estaba Palmira Márquez Tierno, la cantante a quien Tardón y yo llamamos La Bailarina y Joaquín Amestoy, el fotógrafo.

--¿Y dices que Tardón está con la tal Palmira Márquez Tierno?

--Eso me dijo él.

--Esto se complica. Pero ya sabes: ni una palabra de la muerte, ni una foto de esta gente de la cogida de niños. ¡Nada! En cuanto a Tardón, no intentes entrar en contacto con él ni con Cesar ni con la cantante hasta que yo te llame. Y ahora te vas, que tengo mucha tarea... Copio tus fotos y te devuelvo tu chiriflú que es como llama una compañera de pádel a este aparatejo. Por cierto, ahí tienes un buen reportaje local: las pistas de pádel del Ayuntamiento son caras. No va nadie, por tanto las cerrarán. Después un empresario las querrá explotar. Las privatizarán y conseguido el objetivo.

--No está mal la idea. Lo tendré en cuenta – se despidió Paula Marta.

Abandonó la comisaría tan preocupada como curiosa por saber lo que pasaba y deseosa de escribir el gran reportaje de su vida. Sólo la retenía una cuestión: el paradero de Petronilo Marceliano. Por lo demás, pensaba en los apriorimos del oficio de periodista: una crónica se queda viaja a los cinco minutos, pero si no se ha escrito, ni existe siquiera: si se acaba el mundo que ya lo hayas anunciado y te pille con el periódico en la calle y tu crónica en primera. Tomó un café en un bar frente a la casa de la salud. Bajó por la calle Nueva hacia la calle Mayor, Plaza de Cervantes hacia se el periódico. Llegó a las siete menos cuarto, su hora de entrada. En la redacción había espíritu de trabajo. Cada cual, en su puesto. Joaquín Amestoy la miró interrogativo. Ella le miro a él comunicándole que todo seguía igual. Gerardo, el redactor Jefe, saludó con un simple hola.

Paula Marta entró en la pecera. No llevaba cinco minutos, apenas el tiempo justo de escribir el título: “asunto Petronilo” cuando le avisaron de dirección. Acudió. En el despacho del director también se hallaba el Consejero Delegado. A Paula Marta se le tranquilizó el ánimo, con el Consejero existía ese filing especial que se crea en noches de vino y rosas.

--¿En qué te has metido esta vez? – preguntó el director con una sonrisa cómplice.

--Pues ya ves: que buscando arena he encontrado oro –y Paula Marta contó todo lo que sabía y les mostró las fotos. El director se quedó con una copia

--Se parece bastante a lo que ha contado el Comisario Paniagua –afirmó el Consejero Delegado- pero la orden sigue en pie. Ni una foto ni una información sobre lo sucedido ni sobre la muerta del Torote, que efectivamente es tu amiga de la foto.

--¡En qué berenjenales te metes! –rió el director-. ¡Y seguro que ya habías comenzado a escribir la crónica de lo sucedido!

--¡Por supuesto! ¿Pero en qué berenjenal he entrado?

--En una cacharrería que nosotros tampoco sabemos. Guarda todo lo que tengas para dentro de mes y medio o dos meses, a la vuelta de las vacaciones, puede que lo demos.

--¡Qué largo me lo fiáis!

--¡Bien por Zorrilla! –exclamó el Consejero.

--¿Me llamas zorrilla? – ironizó Paula Marta- ¡Ya te cogeré yo por banda!

Los tres soltaron la carcajada.

--Por cierto – intervino el director- ya puedes encontrar a tu amigo Tardón. Llama a ese teléfono del mensaje en cirílico.

Paula Marta abandonó el despacho de los jefes y volvió al suyo. Apuntó tres ideas sobre lo sucedido en el hueco del día y lo guardó. Comprobó lo que había en la carpeta de archivos compartidos. Comenzaban a llegar las informaciones. Repasó algunas de ellas y retocó un par de títulares. Marcó el teléfono que le había facilitado César. Sonó tres veces. A la cuarta oyó la voz de Palmira Márquez.

--¿Qué tal está Petronilo?

--¡Ya está bien del todo! –contestó la cantante al otro lado del teléfono-. ¡Es fuerte como un roble!

--¡Seguro que ya lo has comprobado! – pinchó Paula Marta.

--¡De todas las maneras posibles!- entró al toro Palmira Márquez

-- ¿Puedo hablar ahora mismo con nuestro amigo Petronilo Marceliano?

--¡Sí, Sí, claro!

--¿Y verlo?

--¡También ahora mismo!

--Ahora no puedo, pero si me lo mandas para Alcalá, te lo agradezco.

--Yo lo acompaño hasta Coslada en metro. Paramos en la Rambla y nos vemos en un bar que se llama Xana, el dueño es Juan. Desde allí lo llevas tú hasta Velilla, donde él tiene su casa. ¿De acuerdo?

--De acuerdo. ¿A qué hora llegareis?

--Yo te llamo cuando salgamos.

--Vale. ¡Que no sea muy tarde! ¿Me lo puedes pasar ahora?

--¡Ahí lo tienes!

--¿Paula Marta? –se oyó por el teléfono.

--¡Hola Petronilo Marceliano! – exclamó la periodista- ¿Qué tal estás?

--¡Bien, aquí con Palmira Márquez!

--Me alegro. Dentro de un rato nos vemos. ¿De acuerdo?

--De acuerdo. Más que bien, estoy eufórico. Aventuras como éstas son las que hacen buenos periodistas.

--Luego me lo cuentas.

--¡Venga!

Paula Marta salió de la pecera e hizo una seña a Joaquín que trabajaba en su ordenador. Joaquín se dirigió al despacho de la jefa. Paula Marta le pidió que le acompañara auque esta vez viajarían en el coche de ella. La forma, la empleada en la cita de Atocha. Joaquín se mostró de acuerdo. Paula Marta habló por teléfono con el director. La llamada de Palmira se produjo a las ocho de la tarde.

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