martes, enero 02, 2007

DOÑA INÉS

EL TOPO
DOÑA INES
Torrente Ballester escribió una novela, para él, muy por delante de “Los Gozos y las sombras", que no deja de ser una concesión decimonónica, en la cual don Juan era impotente y se valía de su criado Ciuti como alguacil y mamporrero de sus extraños y obligatorios ligues. El oficio del muchacho radicaba en buscar hombres que cumplieran la función de donjuanes. El italiano, avispado, se sitúa en la Garde du Nord de París donde encuentraba españoles desencantados de la encantadora ciudad y los remitía a su amo. Don Juan, harto de vivir, tocaba el piano para ellos y les encomendaba cumplir la misión que le correspondía a él. Ellos aceptaban porque se les ofrecía placeres sin costes. Las doñas ineses eran cambiantes, variopintas y audaces.
Uno de los pocos libros que se encontraba en mi casa, presentaba manchas de aceite como señal de atenta lectura a la luz de candiles, se titulaba, lo supe por el encabezado de la página, la pasta se había perdido muchos años atrás, “El burlador de Sevilla”. Fue uno de los libros que marcó mi línea de lecturas. Por aquella época yo andaba enamorado de tia Hilaria, una abuela, ama de cura, a quien le gustaban los romances y las coplas. Doña Inés me parecía una ingenua monja sin recorrido vital. Y así se lo comentaba a la vieja, quien me decía “¡Ya te aficionarás al olor de gallinas!” La frase fue un enigma para mí. Entonces me preocupaba más el hundimiento del chulo de don Juan a los infiernos, que la presencia de doña Inés. Pero ese pensamiento lo descubrí muchos años después en la novela de TB.
El “Don Juan” concurría siempre con la festividad de los santos y los difuntos y las largas encomiendas que el cura rezaba en recuerdo a los muertos. Días de muertos y comilonas. Al compás de las campanas que doblaban día noche, las muchachas preparaban exquisitos platos en lugares ocultos que sus enamorados conocían. La fiesta consistía en asaltar el castillo de las ineses con esa música lúgubre de fondo. El eros y tánatos perfectamente unidos. Yo, enamorado precoz de la mujer lectora, gustaba más de los “gori gori” del sacristán que de las escaladas a los castillos. Prefería bajar a las mazmorras a trepar a los palacios, hasta que un día me asomé a una ventana y descubrí el excitante olor a canela del arroz con leche cocinado con la sapiencia de la vieja de las letras por suaves y novicias manos. La conjunción del gozo de los sentidos y de la poesía en las sombras de una casa destartalada ocupada por jóvenes, fue el viaje iniciático, el rito de paso de la niñez a la juventud: la llamada de doña Inés al inexperto don Juan, explicación del rito eterno de en estas noches de ánimas y ánimos. Hoy en Alcalá veo que siempre habrá un viejo tardío que se enamore de una joven PMT, aunque necesite ayuda.

1 comentario:

Ele Bergón dijo...

He vuelto a releer este artículo y me sige gustando. Por cierto ¿por donde anda PMT? Te seguiré visitando en tus otros blogs y supongo que la encontraré navegando por ahí.