martes, enero 29, 2008

LA BIBLIOTECA IMPOSIBLE I

LA BIBLIOTECA IMPOSIBLE

PEDRO M. TALAVÁN

Cuando conocí a Petronilo Marceliano Tardón, me felicitó por estudiar periodismo. Me contó no sé cuantos proyectos y me ofreció mil ideas sobre gloriosos y espectaculares reportajes para la radio y televisión, para revistas y diarios. Era una tarde fría de invierno en un café del centro de Madrid. Bebimos cerveza, mucha cerveza. Pensé que Tardón había de ser un gran escritor. Busqué sus libros en la Biblioteca Nacional y no hallé nada. A lo largo de mi carrera he coincidido con él en distintos saraos: presentaciones de libros, exposiciones, charlas de café. Siempre lo he visto en tascas, tabernas y terrazas con un vaso en la mano, una libreta en el bolsillo y mucho humo alrededor. Cada vez más viejo: el pelo blanco, encorvado, los ojos relucientes, mal vestido Se le ha ido agriando el carácter y la sonrisa eterna, un tanto ingenua, se ha transformado en una cierta actitud de enfado permanente que le conduce a no dejar títere con cabeza: un cascarrabias. Por eso, cuando Prudencio Manuel Tirado me habló de que Tal Öez, pudiera editar libros sobre bebedores, me acordé de él.

Algunos textos son apuntes de P.M.T. recopilados por Paula Marta Temprano quien apenas pone las preguntas.

Localicé a P.M.T.en un bar que sabía frecuentaba. Lo cité Don de Carlos, un bar cerca de su casa en Velilla de San Antonio. Se presentó. Pedimos cerveza. Me miró de arriba abajo.

—Esta muy guapa- dijo y me largó el anterior poema de Bukowski -. Toma y apréndelo. Lo he bajado de Internet, yo creo que puede serte útil. Donde pone mujeres, lee hombres, pero es lo mismo.

Lo he copiado como me lo entregó así como copiaré también las respuestas dadas a mi magnetófono y otros retazos de sus libretas. Es toda su obra. De momento, no hago caso a lo escrito y pongo en marcha mi batería de preguntas.

— Usted ha escrito mucho pero ha publicado poco- comencé dando por sentado que me contaría proyectos y posibilidades pero pocas realizaciones.

— Yo no soy escritor, querida, soy imaginador... Una cuestión de soportes...

— ¿Cómo sostener las ideas, los proyectos?

— Son preguntas cuyas respuestas, en ocasiones resultan ñoñas, pero que hay que formularlas. Las ideas existen, pero ¿dónde se alojan?, ¿cómo florecen?, ¿dónde se plasman? Cabe situarse en el centro del camino, en cualquier momento, en todo momento, en cualquier lugar, en todo lugar, puedes situarte en el centro del camino y mirar hacia atrás, hacia adelante, y al rededor. Hacia atrás, la historia ilumina o enfría, quizá las dos cosas a la vez, ¿enturbia también?, ¿cambia?, las diversas ideas que existieron... Pero las ideas que nos han llegado lo han hecho prendidas en algún soporte, nunca son del todo ideas puras, siempre mixtas y transportadas en mixto. Más que ideas son informaciones que nos llegaron... ¿Cuántas quedaron atrás por no encontrar soporte? ¿Existieron o no existieron las ideas que no nos llegaron? Y no queda más remedio que contestarse: en la arena escribí tu nombre... El soporte débil y leve como el ser.

— ¿Sigue usted soñando, imaginando historias?

— Esta misma mañana se me ha ocurrido la posibilidad de escribir un libro fragmentario. Un libro de retazos, como es la vida. Del libro sólo existe el título, lo demás habría que inventarlo, revivirlo o simplemente copiarlo: "Hoteles, pensiones y otros alojamientos..."

— ¿Cómo se le ocurrió eso y por qué?

— Muy sencillo. El tema: relacionar los sitios donde cada uno haya dado con sus huesos. La idea del continuo cambio se aloja en las mismas bases de todo ser humano. Es la necesidad de mudar de casa por angustia, por placer, no siempre por propia voluntad, por opciones radicales, en ocasiones, por condicionantes menores y mayores... El cambio apareja en todo caso el abandono de un lugar y la búsqueda de otro. El eterno viaje a Itaca. Importa más el camino que la propia meta. "La noche y la carretera, se han hecho para huir"... canta Miguel Ríos, tal vez lleve razón.

— ¿Y lo de fraccionario?

— El regalo que Günter Grass hizo a sus doce nietos al comienzo del final del milenio- la relatividad del tiempo- cien historias del abuelo, una por año, a lo largo de un siglo, responde a un libro fragmentario compuesto de estampas y viñetas, que presenta un mosaico generacional. Y a vueltas con los fragmentos no puedo por menos que pensar en una cuestión fundamental. Los fragmentos siempre han de pertenecer a un todo, por eso son fragmentos, de lo contrario el todo lo sería el propio fragmento. Otra dificultad: la organización de los fragmentos. Hay múltiples formas de organizar los fragmentos. Cada una de ellas encuentra su lógica y cada uno de nosotros podemos dar nuestra propia lógica para organizar ese todo.

— ¿Por qué le llaman la atención los fragmentos?

— Hay muchos escritores con afán universalista: sólo algunos títulos modernos, pero se podía igualmente buscar en cualquier época: Todas las almas, Javier Marías, Todos los nombres José Saramago, sin entrar en las grandes enciclopedias y diccionarios de todo tipo y títulos... El universalismo, el quererlo abarcar todo parece coherente con la intención de escribir, con la intención de crear... ¿Cuantos cuadros hay con el título de Dios Creador? ¿No es eso la síntesis de lo universal? Si describo a Dios que lo creó todo, pinto a Dios y lo pinto todo. Saramago se propone en El Evangelio según Jesucristo, un salto definitivo: Jesucristo no necesita de exégetas, el mismo Cristo es su propio biógrafo y quien expone su pensamiento, una visión que, procediendo de Saramago, no deja de resultar iconoclasta y, sobre todo, totalizadora... Pero claro, esa universalidad siempre es mentira. Siempre quedan cosas atrás, por eso opto por los fragmentos...

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