sábado, octubre 27, 2007

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OPERACIÓN BALALAIKA

CAPITULO 1

Paula Marta había ascendido a subdirectora de El Tribuna de Alcalá. La promoción se debía a los nuevos medios que editaba la empresa y a la capacidad de trabajo y agudeza en los titulares que redactaba la periodista. Aunque nunca se sube por aclamación de los colegas, en esta ocasión el avance no había sido criticado por nadie, más bien al contrario, todos, mejor todas porque casi todas eran redactoras, se habían sentido gratificadas porque Paula Marta ocupara un puesto de responsabilidad. Los cambios en los medios informativos se producen con frecuencia, la dinámica de la tarea así lo exige y siempre se prefiere que ascienda alguien de la casa a que venga impuesto de fuera. El horario de Paula Marta también había cambiado: ahora pasaba más horas en la redacción, quizá no tantas como el redactor jefe, cuya labor de mesa le exigía la permanencia continua, pero sí acudía pronto por las mañanas para planificar el día y por la tarde se esperaba hasta el cierre de la noche. Disponía de un hueco amplio en la tarde: de tres a ocho o más. El tiempo que los redactores empleaban en escribir los trabajos realizados por la mañana. A ella le correspondía después, supervisar los titulares propuestos, unificar criterios y agudizar ideas.

Aquella tarde de junio se adelantó a su horario vespertino y había llegado sobre las seis y media. Antes había acudido a saludar al comisario Paniagua y felicitarle por el cambio al nuevo edificio de la policía donde convivían y compartían sala tres cuerpos destinos: Policía Municipal, Policía Nacional y Guardia Civil. Allí, por el momento, tampoco habían surgido conflictos. Cuando llegó a la redacción se puso a escribir una nota sobre el buen ambiente observado, porque, aunque había ascendido de categoría, seguía escribiendo de sucesos.

Entró el Redactor Jefe al despacho de Paula Marta, una especie de pecera desde la que dominaba la redacción.

--¡Qué trabajadora estas!

--¡Bah!, nada importante una nota sobre la coexistencia de los policía en marcha hacia la unificación de los cuerpos.

-¡Eso de la unificación de los cuerpos tiene su porqué!- exclamó bromista Gerardo.

-¡No me digas que te has vuelto chistoso!-respondió rauda Paula Marta.

-¡Tampoco hay que huir del humor, en definitiva es una forma de inteligencia!

-¡Vaya sigues “on line”! Pero ¿qué hay para mañana?

-Bueno, lo que te venía a proponer no es para hoy ni para mañana, es para el mes de agosto, cuando escasean las noticias.

-¡Venga! Suéltalo de una vez.

-Una serie de reportajes sobre los niños bielorrusos acogidos. Los padres de acogida comprarían periódicos y los niños se marcharían tan contentos con sus fotos y sus recortes para mostrarlo en su país de origen.

-¿Pero todavía hay esas cosas?

-¡Claro que existen! Aquí se diluyen, pero en pueblos más pequeños es un autentico acontecimiento social.

-Bueno. Es una idea. ¿Y quien realizaría el reportaje?

-¡Los reportajes! Te propongo una serie.

-¿No resultará reiterativo?

-Depende de quien los haga y como lo haga.

-¿A quién propones tú?

-Podría escribirlo algún becario.

-Sí. Una becaria con ínfulas de escritor. Una Heminwey americana...

-O una alcalaína.

-No se descarta nada. Lo apunto en la agenda y lo tratamos más adelante. ¿Te parece?

-Sí, sí. No hay prisa.

A Paula Marta no le pareció descabellada la idea. El periódico es un monstruo a quien hay que alimentar diariamente y en verano se sostiene de sus propios monstruos. Los ovnis y los ness aparecen siempre en agosto. ¿Por qué no reportajes sobre cómo pasan los estos muchachos? Se podría tratar no sólo la acogida de los niños, sino también el origen, las costumbres diferentes, la situación de los padres o de los internados donde residen, el por qué les acoge la gente y las amistades que se engendran en estos intercambios. Otro tema a tocar podría ser la situación de los profesores que vienen y qué misión traen. No estaba mal la idea. Pero no le dio mayor importancia. Mañana sería otro día y se concentró en el cierre con la intención de terminar cuanto antes.

A media mañana del día siguiente sonó el teléfono. Le pasaban una llamada de Petronilo Marceliano Tardón. Se alegró. Hacía tiempo que no hablaba con él. Desde un evento en el que coincidieron hacía, por los menos, tres meses.

-¡Hola Petronilo! ¿Qué tal te va?

--Pues como siempre. ¿Te apetece tomar unos vinos?

--Sí, pero no puedo. Hasta las dos y media no salgo. Si te esperas hasta entonces...

--¡Buena hora! Podríamos comer juntos.

--De acuerdo. Quedamos en El Hemisferio. Y a ver si te prodigas más, que últimamente estás muy vago... escribes poco.

--Tampoco te leo como antes. Te dedicas menos a los sucesos.

--Me pillas redactando una nota sobre la convivencia de las distintas policías, no he olvidado el tema.

--Eso está bien. Entonces quedamos para comer.

--De acuerdo.

Paula Marta terminó la croniquilla, que tampoco daba mucho de sí. Le habían habilitado un despacho de cristal desde donde divisaba toda la redacción menos la mesa de Gerardo el Redactor Jefe, que se adosaba a la pared opaca de la pecera como se conocía en la redacción el despacho de la subdirectora. Era la una del medio día, hora del primer repaso de cómo marchaba el trabajo. Las redactoras que debían cubrir los acontecimientos habían salido todas y sólo quedaban en la redacción los de mesa y los de las maquetas. Ahora, desde que el periódico mantenía una edición digital, buena parte de la cocina se guisaba en un despachito pequeño y apartado desde donde el webmaster tenía acceso a todos los ordenadores de la redacción. Cuando se producían noticias para publicar en el acto, cada uno de los que escribían debían colocarla en documentos compartidos. La mañana se mostraba tranquila: conciertos escolares, recepción en el Ayuntamiento, los cuarteles, temas demasiado trillados para no disponer de fuentes suficientes donde informarse. Comprobó por teléfono que cada cual ocupaba su sitio según lo planificado. Salió de la pecera. Se dirigió al despacho de la edición digital. Volvió enseguida a la redacción. El Redactor Jefe se ocupaba del área de cultura porque quien llevaba el tema había subido a política local. Al Redactor Jefe no le apetecía andar por despachos ni concertando entrevistas. Era redactor de mesa, de corta y pega, redactor de tijera. Este tipo de redactores que cogen una noticia de agencia y la aumentan o disminuyen hasta que cuadra en el hueco de la página, capaces de escribir un interesantísimo reportaje con sólo recortes y material de archivo, esta gente tan imprescindible en las redacciones que en la mayoría de los casos pasan desapercibidos fuera de ellas. A Paula Marta le había extrañado que le propusiera los reportajes sobre la acogida de niños, no era su manera de trabajar. Tal vez tuviera que ver con su ilusión de conseguir una corresponsalía en el extranjero y por eso se preocupaba de la avalancha de niños bielorrusos que cada año pasaban en España un mes y medio.

--¿Cómo se te ha ocurrido eso de los reportajes sobre los niños?

--Hurgando en Internet – contestó Gerardo.

--¿Y por donde metemos manos a eso?

--No lo tengo muy claro yo tampoco, pero me parece que por estos pueblos de la meseta del Jarama hay familias que les acogen. No sé si en Torres, en Anchelo, o en Villarejo de Salvanés, pero por ahí.

--Pero no llegamos más que a Torres, si no hay en Torres tiene poco sentido y menos tirón. Y está el problema de quien lo hace.

-- El argumento merece la pena, pero necesitamos alguien que lo trabaje.

--Se me ocurre que tal vez mi amigo el Tardón, ese que escribe de vez en cuando una columna esté interesado en el asunto.

--¡¡Yo no me fiaría de él!! ¿Has visto con qué periodicidad escribe? Nunca se sabe si va a escribir a la semana al mes o al año...

--Pero sí le gusta investigar. Le gusta fisgonear, enterarse de las cosas... Él podría tomar notas y luego me las pasa a mí. Sólo hay que buscar algo que le motive,

--Como tú digas, tú eres la jefa...

--Tanto como la jefa...

--En la redacción se hace lo que tú digas que se haga. Otra cosa es la política del periódico, la marcan desde más arriba, auque los vinos que te tomas con el Consejero Delegado también influyen – rió sarcástico el Redactor Jefe.

--¡Que cabrón eres! – le contestó Paula Marta con su mejor sonrisa aunque no exenta de reproche.

Y es que se rumoreaba que el ascenso de Paula Marta a la subdirección de El Tribuna de Alcalá tenía dos orígenes: apartarla de la información caliente, porque si tocaba una trama no lo soltaba hasta dar con todas las claves, y en ocasiones se pinchaba en zonas sensibles y otro puntal era su sonrisa contagiosa que también había transmitido al Consejero Delegado recientemente incorporado a la empresa después de una fusión y un juego de acciones. Ambas cosas debían de ser ciertas. Paula Marta había salido reforzada porque había triunfado la línea del director y éste sentía gran admiración por la labor de la joven.

Faltaban apenas unos minutos para que fueran las dos, hora a la que comenzaban a llegar los redactores de calle desperdigados por toda la ciudad. Paula Marta se despidió cantando “¡Ponte el cinturón!” y se dirigió al Hemisferio, en la Plaza de Cervantes, donde se había citado con Petronilo Marceliano.

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